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El mito Coppi y el récord a la hora

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Albert Rabadan | 11 Nov 2014

El mito Coppi y el récord a la hora

El mito Coppi y el récord a la hora

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El récord a la hora ha sido consderado desde los anales del ciclismo uno de sus hitos más remarcables, por cuanto se puede considerar uno de los indicadores más puros de capacidad atlética sobre la bicicleta: uno mismo ante una hora de esfuerzo, en un velódromo, sin apenas circunstancias ni factores que puedan adulterar la marca. Y viene de lejos. Si bien se tiene constancia de diversas marcas establecidas a mediados del siglo XIX, básicamente en Inglaterra, se considera el primer registro universal del récord a la hora los 35 kilómetros y 325 metros recorridos por Henri Desgrange el 11 de mayo de 1893 en el velódromo Buffalo de París.

Es considerada oficial esa marca al ser la primera establecida tras el nacimiento de la International Cycling Association (1892), predecesora de la actual Unión Ciclista Internacional (UCI), que fue fundada en el año 1900. Desgrange escribiría diez años después un otro capítulo en la historia del ciclismo al ser ser el fundador y primer director del Tour de Francia.

Desde entonces han sido muchos los altos y bajos en el nivel de interés de los ciclistas profesionales en el récord, según la competitividad entre aspirantes a superar la marca o, en el caso de los últimos años, por diferentes cambios en el reglamento. Si bien en el año 2000 la comisión técnica de la UCI diferenció, por el estilo de bicicleta usado, el récord a la hora clásico (conocido como el "récord Merckx", desde entonces solamente superado por el controvertido Ondrej Sosenka en 2005) y llamado el mejor esfuerzo (con bicicletas y posiciones más aerodinámicas, como el superman de Boardman), lo cual provocó un estancamiento en la disciplina, este mismo 2014 se ha revitalizado. El veteranísimo Jens Voigt y el joven Matthias Brändle han ido superando el tiempo de Sosenka ahora que vuelve a permitirse según qué tipo de equipamiento para el asalto del récord.

"Creo que es un error por parte de la UCI modificar el reglamento. En todo caso, deberían haber readmitido todas las bicicletas especiales a partir de mi récord de 1984 e incluir los récords de Boardman, Rominger e Indurain", afirma Francesco Moser en la extensa entrevista que le hace Isaac Vilalta para VOLATA #2. El toscano, el primero en superar el gran tiempo de Eddy Merckx en 1972, se ha visto claramente dignificado por los giros reglamentarios que ha sufrido el récord en los últimos años.

Sin embargo, a pesar de que Moser tiene sin duda una gran página en el libro de la historia del récord a la hora (por sus innovaciones mecánicas y médicas y por ser el único, junto a Tony Rominger, en superar su propio tiempo), su hazaña no supera en épica la del legendario Fausto Coppi, por las circunstancias en que éste consiguió su récord el 7 de noviembre de 1942. El piamontés llegó al velódromo Vigorelli de Milán en plena II Guerra Mundial tras conseguir quince días de permiso en el Régimen de Infantería de Tortona, en el que había sido reclutado renunciando a algunos cargos que le podrían haber sido otorgados por su condición de deportista.

Coppi, que inicialmente había pedido un mes para poder preparar con garantías el asalto, tuvo que dedicar los primeros catorce días de permiso a entrenar y se la jugó el último día, en un velódromo prácticamente vacío de público por las amenazas de bombardeos. En una prestación claramente de menos a más, recorrió en una hora 45 kilómetros y 848 metros que le sirvieron para superar por solamente 31 metros la anterior marca del francés Maurice Archambaud

A pesar de que el régimen de Mussolini usó la gesta de Coppi para hacer propaganda de "la superioridad de la raza italiana", no tuvo especial delicadeza con su persona, dada la siempre presente relación del ciclista con posiciones comunistas. Fue destinado a un batallón africano hasta la fin del conficto, y se tiene constancia de que estuvo alrededor de un año y medio prisionero en un campo de concentración británico en Túnez. Su carrera siguió de forma más que exitosa al acabar la guerra, y hasta la aparición del brillante Jacques Anquetil catorce años más tarde, nadie superó aquel registro marcado poco antes de que sonaran por enésima vez las alarmas antiaéreas.