Son varios los compañeros y compañeras que a finales de septiembre ya tienen una fecha marcada en el calendario: el Geocentrum, un día en el que todos nos ponemos a disposición de sufrir las artimañas y disfrutar de las encerronas de una brevet muy especial. Simón Bericuá y Bernat Manzano, organizadores del evento, prepararon para su tercera edición otro maquiavélico recorrido.
Independizarse del Rueda Film Festival ha permitido a la carrera crecer y desarrollarse, mejorando así lo mostrado en las dos anteriores ediciones y madurando el formato. El hecho de trasladar la fecha de domingo a sábado también ha sido todo un acierto, ya que animó a que otros valientes llegados de otros puntos de la geografía española se animaran a participar. Correr en sábado te permite salvar problemas de logística y tiempo si vienes de lejos. Además, a los locales, nos regaló tiempo para recuperar piernas y cabeza —esa resaca— antes de volver a la vida cotidiana.
Otro detalle que los organizadores tuvieron en cuenta fue que la carrera no se solapase con el calendario de ciclocross, facilitando que más corredores puedieran estar presentes. Adelantando la fecha, las excusas para no apuntarse disminuyeron.
Geocentrum rompió nuevamente los límites urbanos y trasladó el formato de las alleycats a las carreteras y montes colindantes de la ciudad de Barcelona. Estos atributos le dan a la prueba un formato único y original que busca tener una identidad propia y no plagiar todo aquello que ocurre en otros puntos del mundo. Con horas y dedicación, los organizadores dieron forma a un recorrido exigente que demanda a los participantes compartir buenos y malos momentos con todos sus compañeros de equipo, rodar lo más rápido posible y tener una estrategia pensada para marcar la diferencia sobre el resto.
Con la intención de potenciar la participación femenina y, sobretodo, de no diferenciar la competición por sexos, se pide que los equipos sean mixtos. Esa es una de las pocas normas de Geocentrum. Si no lo es, hay que prepararse para sumar unos kilómetros extra, incluída una encerrona escondida tras alguna curva o bajada repentina.
La ruta se reparte por recorridos que cambian cada año y se descubre unas 12 o 15 horas antes de la salida. Este punto le añade incertidumbre y siembra de dudas a cualquier participante. Dudas que no se suelen despejar hasta que se está en la línea de salida con el resto de compañeros.
El evento discurre por varios puntos de control donde hay que sellar el pasaporte de carrera. En ellos hay que hacer alguna prueba o aprovechar los avituallamientos. Además, hay pruebas fotográficas para todo el equipo que permiten bonificar el tiempo final y que suelen marcar diferencias esenciales para estar en los primeros puestos de la clasificación.
Se puede participar en cualquier tipo de bicicleta, aunque el mínimo recomendado es calzar unas cubiertas de 700x28 y cuanto más amplio sea tu balón, menos acabarás odiando a los organizadores. Nadie está exento de sorpresas: en la edición de este año hubo una peregrinación durante tres kilómetros por pista a pie de la montaña de Montserrat.
La experiencia de los participantes se convirtió en épica cuando algunos sufrían a cada pedalada para seguir avanzando a través de muros de tierra y arcilla o pinchaban constantemente. Otros, resbalan escalando con la bici al hombro o sufrían con esas manetas de cambio que buscaban subir piñones imaginarios. Ante un panorama así, incluso un neo-profesional del pelotón ciclista como Iván Cortina llegaba a encontrar su límite en una carrera amateur.
La ausencia de premios es otra de las marcas personales de Geocentrum, más allá de algunos detalles aportados por algunos patrocinadores, perqueñas marcas locales cuyos valores son afines a los de la carrera. De esas forma, la competición conserva su independiente y, como si de una simbiosis se tratará, se transforma a su vez en plataforma para dar a conocer aquellos que empiezan a dar pasos con proyectos ciclistas de calidad y potenciando lo artesanal y las cosas bien hechas.
Si en otras pruebas esperas encontrar fotógrafos afincados en varios puntos del recorrido para sonreírles y poner tu mejor cara mientras sufres o ver drones sobrevolando el recorrido, en Geocentrum ponen a los fotógrafos a dar pedales, como cualquier otro participante. Los que firman las imágenes de este reportaje, Tomás Arriere du Pelotón o Quique Bueno, sufrieron encima una bicicleta. El drama, el sudor y el esfuerzo se encuadran mejor cuando lo sientes en tus propias carnes.
Gracias a todos estos pequeños detalles, como participante se disfruta y se sufre mejor, cosa nada desestimable ante un recorrido que te pone al límite encima de la bicicleta. A veces raspando el asfalto, a veces mordiendo el polvo. Los equipos se persiguen, hay momentos de crisis, gritos, ánimos, e incluso abandonos. Por un día, dejamos de lado la rutina que nos proporcionan las carreteras alrededor de Barcelona, para descubrir nuevos caminos y nuevos giros que te hacer ver el entorno con nuevos ojo. Acabamos el día sonriendo, todo el equipo abrazado y brindando con cerveza al final de forma merecida.
Tendremos que esperar un año entero para ver qué nuevos límites nos tocará superar en la próxima edición. Solo tenemos una cosa clara: seguro que no será más fácil.