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La Pedals de Clip: La primera vez nunca se olvida

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Ferran García | 31 May 2016

La Pedals de Clip: La primera vez nunca se olvida

La Pedals de Clip: La primera vez nunca se olvida

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Sin parar de crecer desde que naciera el año 2011, La Pedals de Clip se ha consolidado como una cita ineludible para los amantes del ciclismo clásico. Con la obligación de llevar bicicletas anteriores al 1987, cuatrocientos románticos pedalearon hasta Sant Martí Sarroca el pasado 22 de mayo. Uno de ellos nos explica la experiencia de su debut, además de mostrarnos sus interesantes aventurillas con la fotografía.

–Vaya, ¡un Rolls!
–¿Qué?
–Un Rolls, el sillín, de lo mejorcito de la época…
–Perdón, ¡no sé ni qué llevo debajo del culo!

Esta fue la bienvenida a La Pedals de Clip 2016. Todavía no había bajado prácticamente del coche y enseguida vi que estaba en un sitio diferente.

  –Disculpad, ¿el casco es obligatorio?
–¿Es la primera vez que vienes, verdad?
–Pues sí.
–No, aquí con una gorra o una chichonera vale. Vamos a pasarlo bien, comer y beber. No hay prisas.

De ese modo vi definitivamente que la filosofía es otra. Aquí no importan ni ganar ni perder, ni los tiempos, ni la potencia desarrollada, ni los stravas ni las stravas… Vamos a pasarlo bien es el único objetivo por el que se reúnen cuatrocientos ciclistas una vez al año en Sant Martí Sarroca cada mes de mayo desde 2011; ciclistas de todas la edades, desde los que estrenan el material que llevan, hasta los que lo han heredado o se lo han prestado, como es mi caso.

Como sacados de otro tiempo, una procesión de maillots multicolor, quizás recuperados de mercadillos, de fondos —muy fondos—, de armario, llenan la línea de salida: Mercier, Bianchi, Macario, Peugeot, Zeus, Obea, Colnago, Bianchi, Torrot, Gitane… También hay multitud de marcas y colores de bicicletas en todo tipos de estados: desde las que brillan y lucen como nuevas hasta las que delatan los años que hacen que ruedan.  

Alrededor ves sonrisas en las caras de todos los participantes y ni un atisbo de nervios, de ansias, solo las ganas de empezar a rodar y descubrir la comarca vinícola por excelencia de Catalunya. El recorrido transcurre por carreteras estrechas con poco tráfico y con viñedos verdes a lado y lado donde se observa que las uvas empiezan a engordar; hay tramos que suben, un repetxó, y tramos que bajan, un baixador, hay tramos de tierra, a veces demasiada gravilla, ay, un pie al suelo, un pinchazo, otro pinchazo, un accidente…

Siguen las sonrisas, las ayudas entre los asistentes, los ¿necesitas algo?; rodamos y rodamos a ritmo tranquilo pero rápido; nos reagrupamos, llega el primer avituallamiento. Otra sorpresa para el novato: pan con vino y azúcar y porrón de cava para beber. Ya había visto que esto era distinto; ahora veo que es único por todo. Siguiente parada: bodegas Torres. Aquí se degusta una copa de vino blanco. "¿La quieres, con o sin alcohol?" Un bocadillo de jamón o queso nos devuelve los pies al suelo, volvemos a la mundanidad.  


–¿De dónde eres?
–De Italia.
–California.
–Bruselas.
–Inglaterra.
–Yo vengo de Mallorca.
–De Alicante.
–Barcelona…
–Había oído hablar de la prueba y quería participar…

Y así pasan los kilómetros y estos nos vuelven a reagrupar; y siguen pasando y así llega la ascensión final al Castell de Sant Martí. Ahí llega otra de las sorpresas de la jornada: cuando faltan menos de 500 metros para la cima, en una curva, escondidos, ¡están los de El Repetxó!, una enfervorizada afición de rosa ciclista que con sus gritos y ánimos terminan de llevarte hasta el alto del Castell. La Curva del Repetxó nada que envidiar a la famosa curva de los holandeses en Alpe d'Huez. En la llegada, aplausos, felicitaciones, risas, satisfacción y la sensación de haber vivido un acontecimiento irrepetible. Aunque se repita en años posteriores, la emoción de la primera vez no es comparable a nada.

 


Una marcha especial requería de unas imágenes especiales. Para inmortalizar la experiencia utilicé una cámara digital, no acorde a las bicis pero sí a los tiempos que vivimos. La óptica elegida fue una Holga de 60mm, una lente de plástico con multitud de aberraciones, pero que me ha permitido crear una atmósfera, una luz y un color muy acordes a La Pedals. Disparé la mayoría de fotos montado en la bici, ya que quería vivirlo desde dentro y que quien viera el resultado tuviera la sensación de estar viviéndolo también. El resultado no es ni el clásico reportaje fotográfico ni el clásico reportaje de ciclismo, muy acorde a lo que es La Pedals de Clip.

Más información en la página web oficial de La Pedal de Clips