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Pan Celtic Race 2019, un viaje por tierras celtas (I)

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Texto: Toby Willis | Fotografía: Tomás Montes | 18 Nov 2019

Pan Celtic Race 2019, un viaje por tierras celtas (I)

Pan Celtic Race 2019, un viaje por tierras celtas (I)

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El ciclismo extremo, la meteorología adversa y la autosuficiencia de los corredores se combinan para dar vida a una de las carreras más intensas para los amantes del límite ciclista, la Pan Celtic Race. Una competición cuyos participantes —84 en la edición de 2019 realizada en el mes de julio— atraviesan tres de las naciones celtas históricas: Escocia, Irlanda y Gales.

Iverness, en el corazón de las Tierras Altas Escocesas, se presenta como la perfecta anfitriona para acoger la salida de la Pan Celtic Race. Entre 6 y 13 días después, Llandudno, en la costa noroeste de Gales, se convierte en el destino final de los intrépidos ciclistas. Todo ello tras superar un total de 2.367 kilómetros y 26.314 metros de desnivel positivo acomulado de forma totalmente autosuficiente, gestionando los esfuerzos, los descansos y la alimentación. La atmósfera de superación envuelve a los ciclistas y atorga ese valor añadido a una aventura del ciclismo, la naturaleza y sensación de intensidad. 

Tras conocer los datos objetivos de lo que supone, a grosso modo, la Pan Celtic Race (@pancelticrace2020), el relato de uno de los 84 valientes que decidieron emprender esta hazaña como Toby Willis (@tobychillis) ayuda a entender, con mayor cercanía, una experiencia extrema de estas dimensiones.

Primer día, nervios, adrenalina y emoción (Iverness – Ullapool)

La bocina del coche de Matt Ryan, director de carrera, retumba indicando el inicio de uno de los periplos más extremos encima de una bicicleta. La paulatina lejanía de la civilización abre paso a caminos y pequeños senderos. Antes de lo esperado llega la primera cima de la carrera, el Muigh-Bhlàraidh. Su majestuoso paisaje me absorbe mientras comienzo un descenso que será definitivo para comenzar a sentir cierta concentración.

La ruta, rodeada de montes, me hechiza y me transmite una sensación de completa libertad. Los caminos comienzan a escarparse y a ser más sinuosos, señal inequívoca de que me estoy aproximando a la costa norte de Escocia. Los pastos y las praderas dejan paso a una ingesta cantidad de impresionantes bahías de arena blanca y aguas cristalinas.

Tras unas horas de viaje discurro por el lago Loch Hope. El avituallamiento comienza a escasear, por lo que priorizo la obtención de agua para continuar con la aventura. En el poblado de Laid, una pequeña cabaña se presenta como un oasis para rellenar los botellines de agua y proseguir la macha hasta Durness. El frío se apodera de mí, así que trato de protegerme con alguna capa de ropa más.

El sol comienza a ponerse y los tonos rojizos se adueñan del paisaje. El fin del primer día se acerca, pero la sensación que trasmite esa estampa maravillosa me fuerza a continuar. Atravesando Drumberg, Clashnessie y Lochinver llego finalmente a Ullapol, donde se sitúa el primer punto de control. Intento calmar las emociones de la primera jornada y dormir.

Segundo día, despedida de las Tierras Altas de Escocia (Ullapool – Applecross)

El viento, con rachas muy elevadas el día anterior, es ahora mucho más suave y el clima invita a aprovechar al máximo la jornada. La primera dificultad del día es el Loch Maree. Mis piernas se sienten débiles, por lo que la ascensión se eterniza. Decido tomar un pequeño descanso antes de adentrarme en el área de Wester Ross, un lugar duro e implacable pero del que no puedo evitar enamorarme ante su belleza. 

El cambio de dirección de la ruta viene acompañado de un viento que, de nuevo, vuelve a ser muy fuerte en Highland Cattle. Además, la temperatura suave en los primeros momentos del día se torna en lluvia, humedad y frío. A pesar de ello, las empinadas cuestas, que hacen trabajar todos mis músculos, evitan que sienta síntomas de congelación. Esta sensación comienza a aparecer en un descenso cargado de curvas de herradura hacia Applecross.

La lluvia aumenta de intensidad, pero me agarro con fuerza a los frenos mientras trato de seguir la estela de las luces de mis compañeros que se vislumbran entre la cortina de agua. Llegamos a Applecross tras una larga travesía, pero con el entusiasmo de haber sido capaz de superar una jornada complicada y con la intención de recargar fuerzas de cara a los días venideros.

Tercer día, metereología extrema (Applecross – Dumbarton)

La lluvia se convierte en un compañero de viaje más en esta aventura. De nuevo, se repite el patrón que han seguido las rutas por Escocia, en el que los valles entre inmensos lagos van creando un perfil sinuoso. Durante horas, la única compañía que tengo es el sonido de las salpicaduras del agua y las cascadas entre bosques enormes cargados de vegetación hasta llegar a la unión de tres grandes lagos marinos custodiados por el castillo de Eilean Donan. Sorprendentemente, la ruta toma un giro drástico durante unos cuantos kilómetros y comienza a transcurrir por secciones de grava más adecuados para la bicicleta de montaña, a lo que se añade la dificultad de circulación y la navegación ante la cantidad de agua acumulada.

Tras una mañana complicada decido parar a descansar, reponer fuerzas y refugiarme de una lluvia que cada vez cae con mayor intensidad. No puedo esperar mucho tiempo, por lo que continúo la marcha a pesar de las dificultades meteorológicas. Por si fuera poco, me surge el primer problema mecánico, un pinchazo. Consigo reponer el percance y continuar atravesando el lago de Loch Lomond justo antes de llegar a Dumbarton, en el centro de Escocia. Ha sido un día muy largo y duro y mi cuerpo, pero especialmente mi mente, necesita reactivarse ante los esfuerzos que están por venir. 

Cuarto día, Irlanda a la vista (Dumbarton – Cairnryan Ferry Port)

Esta jornada es la del cambio de país, pues hoy viajaremos a Irlanda en Ferry. La relativa cercanía del puerto hizo que me tomara el día con más calma para poder coger el primer barco de la tarde, aunque mis planes cambiaron en el momento que salí a la ruta. Tener que atravesar un terreno completamente escarpado y senderos estrechos ralentizó mi marcha, así que decidí parar a descansar y subir al próximo ferry.

La aproximación al puerto estuvo cargada de pequeñas colinas y valles tranquilos. El Lago Negro, camuflado entre una gran arboleda, me acompaña durante unos kilómetros antes de dirigirme por carretera hacia la terminal del Ferry. El viaje, rodeado de algún otro compañero de fatiga, se hace ameno y permite relajar la tensión acumulada y disfrutar de la llegada de una nueva etapa a la carrera, Irlanda.

Continúa leyendo la aventura de la Pan Celtic Race (segunda parte)