En 1985 visité Berlín para fotografiar la celebración del 1 de mayo tanto en el Berlín este como en el oeste. En la zona oeste las manifestaciones eran muy intensas y había cierta competencia entre los sindicados. En cambio, en la parte este las manifestaciones eran más organizadas y gestionadas desde el partido comunista. Como fotógrafo, tenía interés en ver esas dos caras.
Entonces pasé por una cafetería en el Unter den Linden y ahí leí un artículo del periodista Egon Erwin Kisch sobre el 6-Tage-Rennen de 1925, la carrera de los Seis Días, y me pareció interesante que después de sesenta años aún siguiera celebrándose. Así que me decidí a visitar el velódromo del Deutschlandhalle para ver cómo era la carrera en aquel momento. Eso fue lo que me llevó allí aquella semana de octubre de 1985.
Mi interés no era realmente el ciclismo sino que tenía más motivaciones históricas y culturales. Y creo que eso fue una ventaja porque no estaba interesado en ver a los mejores ciclistas sino en descubrir otras cosas, como la estética del evento. Fue la primera vez que estaba en un velódromo y todo me llamaba la atención. La competición se alargaba hasta las dos de la mañana y, de alguna manera, era como un espectáculo de gladiadores, como un circo: los ciclistas estaban allí para entretener a los espectadores.
Hay que recordar que sucedía en el Berlín oeste, la parte capitalista. La gente bebía champán y había un concurso de belleza organizado por Penthouse. Me pareció algo horroroso pero lo fotografié. Los rugidos de las gradas cuando salían chicas daban miedo. Sobre la medianoche, la gente del público ya iba borracha, todo el mundo fumaba, y cada vez se prestaba menos atención a lo que estaba pasando en la pista. Pero, aun así, había algo muy especial en todo aquel ambiente.
Las fotografías permanecieron olvidadas durante treinta años. Cuando las recuperé se las enseñé a Staffan Weigel de Ass Savers, a quien conocía desde hace muchos tiempo. De ahí salió la exposición Trackside'85, centrada en los Seís Días, que en 2014 pasó por Londres, Barcelona, Oslo, Manchester y Berlín.
Como fotógrafo, soy un romántico. De hecho creo que todos los fotógrafos son románticos porque se empeñan en atrapar un presente que nunca podrá volver. Lo que capta la foto es un impacto de ese presente. Hay también un componente de nostalgia en eso. Se ha escrito mucho sobre eso. También tiene que ver con la muerte. Del mismo modo, la fotografía permite tomar consciencia de la relación con lo que tienes delante, una relación de la que aprendes mucho. Si amas a alguien a quien estás fotografiando, eso se verá en la foto, como también se verá si odias a aquella persona o no te importa nada. Bueno, al menos esa es mi fantasía.
* Fragmento del artículo originalmente publicado en VOLATA#12
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Todas las fotos que Jofjell hizo aquellos días en el Berlín de 1985 se publican ahora por primera vez en el libro "Temple of Dreams" (Heindruns, 2017). Medidas: 20 x 30cm, fotografías en blanco y negro, textos en sueco y en inglés.
Para conseguirlo, podéis contactar directamente con el autor: staffan.jofjell@telia.com.