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Christian Meier, un mundo de ciclismo y café (I)

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O. Àbalos | 23 May 2019

Christian Meier, un mundo de ciclismo y café (I)

Christian Meier, un mundo de ciclismo y café (I)

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Cuando uno entra en el Expresso Mafia, una pequeña cafetería decorada con colores crema y algunos detalles dorados, en el casco antiguo de Girona, tiene la sensación de adentrarse en un mundo que navega entre la modernidad y la tradición. Por un lado, la zona de degustación, ordenada y sencilla, centrada en ofrecer un buen café de forma rápida y eficiente, y por otro, un tostadero, lleno de sacos de granos de café donde llama la atención toda la maquinaria imponente. Recuerda a los viejos establecimientos de café que existían en todas las ciudades antes de que el llamado oro negro se convirtiera en un producto industrial e impersonal. Todo huele a café y todo gira entorno a él.

El ex ciclista profesional Christian Meier (Sussex, Canadá, 1985), juntamente con su mujer Amber, son los propietarios del Expresso Mafia. También tienen otro establecimiento a pocas calles de allí, La Fábrica, además de The Service Course, dedicado a ofrecer un servicio integral a los ciclistas que visitan la ciudad durante unos días: alquiler de bicis, ropa técnica, rutas personalizadas, zona de duchas, etc. El mismo Meier sale a rodar con ellos y les hace de guía por la carreteras de la zona. De hecho, aquella misma mañana había tenido un grupo de ciclistas. "Girona es una zona fantástica para rodar. Tiene buenas carreteras, zonas muy bonitas y además los coches respetan mucho a los ciclistas", comenta. Esas condiciones excepcionales, juntamente con el hecho de que casi un centenar de ciclistas profesionales vivan allí, ha hecho que su popularidad a nivel internacional se haya multiplicado exponencialmente en los últimos años y sea uno de los destinos turísticos y deportivos más importantes del sur de Europa.

La pareja canadiense recabó en Girona hace ya una década años y desde entonces han ido construyendo su propio universo personal en el que café y ciclismo se conjugan de forma natural. Durante nuestro encuentro, a Meier se le ve relajado a pesar de que su teléfono no deja de recibir mensajes y algunas llamadas. Sin duda es un tipo ocupado que, además, no deja buscarse ocupaciones: ahora está gestionando varios nuevos proyectos a la vez. Dice que si algo ha aprendido de su paso por el ciclismo profesional es la constancia en el trabajo y a tener la confianza que siempre hay una nueva oportunidad para mejorar y seguir adelante. 

Tiene un look casual pero cuidado. Viste camisa tejana Levi’s®, pantalones cómodos y zapatillas deportivas. "He llevado denim durante casi toda mi vida. De hecho, en Canadá se dice que el denim es el esmoquin canadiense —bromea—. Los ciclistas estamos acostumbrados a fijarnos mucho en la ropa, porque, cuando eres profesional, es muy importante para ti. Y luego, cuando te compras ropa de calle, sueles ser igual de exigente y necesitas, al menos en mi caso, vestirte con tejidos buenos y de calidad". 

 

Esa misma exigencia, Meier la traslada al mundo del café, uno de los motores de su vida como empresario y emprendedor. "Una cosa es el café y otra cosa el café de especialidad", puntualiza con una sonrisa cuando cuenta que su interés por oro negro nació mientras su vida consistía todavía en ser ciclista en equipos com el Orica GreenEDGE, donde militó durante seis temporadas. "Recuerdo que descubrí el café de especialidad en Portland, cuando fui a hacer una carrera allí y pasé por una cafetería llamada Stumptown, que entonces era un sitio muy modesto. Allí empezó todo. El café es un mundo del que no terminas nunca de aprender, como sucede también con el mundo del vino. En la zona oeste de Estados Unidos, así como en Canadá, Australia o Nueva Zelanda, el café de especialidad es parte de la cultura". Esa pasión fue creciendo de tal modo que Meier lo integró como parte indispensable de su vida. "Cuando era ciclista, llevaba conmigo siempre mi propio café y una cafetera tipo aeropress. Puedo tomar cualquier tipo café durante el día pero el primero de la mañana tiene que ser muy muy bueno. Eso es indispensable".

El café también se convirtió poco a poco en una nueva oportunidad para cuando dejara de ser deportista de élite. “Siempre he tenido otros intereses más allá del ciclismo, porque nunca he entendido la competición como el objetivo final. En realidad, la razón por la que me convertí en ciclista era porque cuando era joven quería salir en bici cada día y me di cuenta que la única manera de hacerlo era convertirme en un ciclista profesional —se sincera el canadiense—. Además, cuando eres ciclista sabes que no lo serás para siempre así que... Eso también contribuyó a que el interés del café fuera creciendo y cuando decidí dedicarme a esto fue una transición natural. Y, lo más importante: sabía que me permitiría seguir saliendo en bici". Y así és, Meier sigue saliendo casi cada día a rodar y, cuando tiene ocasión, participa en alguna marcha cicloturista, sobretodo de gravel, una especialidad que le ha robado el carazón. Necesita mantener vivo ese gusanillo, simplemente como reto personal. "Ahora compito sólo conmigo mismo", asegura.

De sus años de profesional, mundo que dejó en 2016, recuerda haber visto a ciclistas en la recta final de su carrera llorar porque se habían quedado sin contrato y, de repente, se daban cuenta que se quedaban si lo que hasta aquel momento había sido toda su vida. "Ahora los jóvenes estudian más y hacen otras cosas a parte del deporte, pero el problema principal sigue siendo el propio ciclismo profesional. Te reclutan, te cogen todo de ti, te inculcan que debes entrenar mucho y sacrificarte, pero, a lo mejor, al día siguiente te echan y cogen al siguiente ciclista de la lista. Y no hay nada para ayudar a los ciclistas cuando se quedan sin contrato y salen de un equipo —se lamenta—. El ciclismo es uno de los deportes más bonitos que existen, porque puedes estar al lado de las grandes estrellas, puedes entrenar en las mismas carreteras que ellos, pero otro lado es el menos profesional que existe, porque solo depende del patrocinio privado y no hay ningún tipo sostenibilidad".

Sea como sea, el café, siempre el café, sigue siendo su conexión con el pelotón profesional, donde conserva amigos tan cafeteros como él y sigue compartiendo impresiones e intercambiando información, como su compatriota Michael Woods (Education First). "Estos días estoy siguiendo el Giro d'Italia bastante porque en el Service Course siempre tengo la tele puesta, pero también me gusta mirarlo porque aún sigo teniendo contacto con ciclistas que siguen en activo, aunque ya no sigo tanto la temporada porque ahora, claro, tengo otro trabajo". 

Cuando se le pregunta qué recuerdos tiene de la ronda italiana, en la que participó en dos ocasiones, tiene sentimientos encontrados. "El Giro d'Italia es una carrera por la que siento un cierto amor-odio. Por un lado, es una carrera muy difícil, muy cansada, con etapas muy muy largas, y que a veces te frustra mucho. Ahora no sé cómo está organizado, pero cuando yo corría los transfers al hotel después de cada etapa eran también muy largo. Recuerdo una etapa, en el último Giro que hice, en la que hicimos más de doscientos kilómetros con subida al Mortirolo, al Stelvio… Y luego nos pasamos cinco horas en el bus hasta llegar al hotel. Tuvimos que parar en una gasolinera a medio camino para comer y, uff, era muy pesado. Pero... ¡el Giro es así! —rememora—. Pero por otro lado, también es espectacular, sobre todo cuando pasas por Dolomitas o la zona de la Toscana. También por la comida, por la gente, por la pasión que sienten allí por el ciclismo. Eso es precioso".

Y añade: "hay algo de Italia que me tira mucho me gusta mucho desde que era joven. No sé por qué pero mi sueño era tener una casa en la Toscana, con una de esas carreteritas de acceso con árboles a los lados y todo eso..." De momento, está feliz en Girona. "Sí, estoy aquí, pero, quién sabe, a lo mejor algún día termino en la Toscana".

 

* Christian Meier viste Advanced Stretch Jeans, de la nueva linea Levi’s® All Seasons Tech.

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