Esta temporada 2016, hay varias carreras que se ven envueltas por un ambiente de final de era. De que algo no volverá a ser igual y que a partir de ahora habrá un vacío por llenar. Son las carreras en las que participa uno de los corredores más influyentes de los últimos años, Fabian Cancellara (Berna, 1981), que ha anunciado por activo y por pasiva que éste es su último año sobre una bicicleta como ciclista profesional.
El suizo, si bien probablemente no se retire con el palmarés más espectacular de su generación, ha sido un referente por su incidencia en el pelotón, tanto a nivel deportivo como humano. Ha mantenido duelos de altísimo calibre en diferentes disciplinas como las cronos junto a Tony Martin (4 títulos mundiales él y 3 del alemán, además de el oro Olímpico de Pekín 2008 de Cancellara) y, sobre todo, con Tom Boonen en las clásicas de adoquines (Cancellara ha ganado tres veces tanto la París-Roubaix como el Tour de Flandes, mientras que el belga tiene una Roubaix más: cifras de récord en ambos casos), todo ello sin dejar de ser nunca una pieza clave en el engranaje de los equipos en los que ha militado.
Un nivel enorme mantenido durante años, acompañado de un aura de trascendencia y elegancia poco visto en un deporte cada vez más medido y calculado. Una entrega, sin embargo, que tiene un límite. “Tendré 35 años el año que viene y físicamente podría correr cuatro años más sin problema, pero 16 años de profesional es mucho tiempo y ha supuesto mucho sacrificio por mi parte, y también de mi mujer y mis dos hijas. No quiero continuar con un buen contrato, quiero ganar. Y esto se me está haciendo cada vez más duro. A fin de cuentas, el ciclismo es mi pasión pero no mi vida entera”, zanjaba antes de empezar la temporada en la revista Cyclist.
“El nuevo Indurain”
Junto al italiano Filippo Pozzato, Cancellara fue uno de los dos ciclistas a los que Giorgio Squinzi pasó directamente a profesional desde júnior para evitar la categoría sub23, donde “el uso de dopaje es todavía peor que entre los profesionales”, según aseguraba el propietario del mítico equipo Mapei, que acaba de fundar un equipo solamente de jóvenes. Squinzi decía de él que era “el nuevo Miguel Indurain”.
Lo cierto es que ha habido momentos en la carrera del Espartaco en los que se han llenado ríos de tinta sobre su posibilidad de asaltar la disputa de la general del Tour de Francia. Sus prestaciones en escalada como gregario, especialmente en sus años en el equipo CSC en servicio de Carlos Sastre y los hermanos Schleck, o su rendimiento en objetivos concretos (su victoria en la general de la Vuelta a Suiza 2009 o el durísimo Mundial de Mendrisio del mismo año, donde acabó 5º pero fue clave de la carrera), hacían presagiar que, con una preparación adecuada, su conversión a vueltómano sería posible. Pero Cancellara siempre ha tenido las ideas claras.
El suizo empezó siendo el dominador de las contrarrelojs, doble campeón del mundo júnior, especialidad en la que ha sido de los mejores de la historia (ya en 2004 logró en su prólogo la primera de sus ocho victorias de etapa en el Tour), hasta que su motivación le llevó a querer ampliar su punto de mira a las clásicas, en las que siempre había rendido bien. “Recuerdo la Vuelta de 2009. El prólogo se disputó en Holanda. Normalmente, solía hacer un calentamiento de 45 minutos, pero en aquella ocasión solamente hice 15. Aún así gané, pero había perdido mi motivación ”, rememora.
El temor de las clásicas
Su bien ya había ganado dos Monumentos (la primera de sus tres Roubaix en 2006 y la Milán-San Remo en 2008), desde entonces, Cancellara se convirtió en un clasicómano temible. Con una prodigiosa capacidad de rodar y con una velocidad notable cambio en el cambio de ritmo y los sprints a pesar de su estilo, no se le podía dejar ni un metro y llegaba a parecer imbatible. En los últimos años, con la llegada de nuevos talentos como un Peter Sagan que también ha revolucionado la forma de enfocar las carreras de sus rivales, las opciones y el guion de las carreras se han diversificado.
Gracias a ello, Cancellara ha dejado estampas para la historia, especialmente su doblete de Tour de Flandes y París-Roubaix en la temporada 2010. En Flandes impresionó con su cambio de ritmo en el emblemático Kapelmuur que dejó a Tom Boonen con una sensación de impotencia sorprendente para un especialista de su nivel, y en Roubaix dobló la apuesta y ganó en solitario tras atacar a 48 kilómetros para la línea de meta.
Tal ha llegado a ser la influencia de Cancellara en el desarrollo de las carreras, que en 2011 él mismo denunciaba que sentía que se corría solamente para que él no ganara, un hecho que ha alimentado también lo impredecible de sus movimientos. “Siempre tengo una vaga idea de cuándo moverme, pero muchos ataques ganadores están basados en la intuición. De varias formas, esto se ha ido volviendo más importante para mí con el paso de los años, puesto a más que ganaba, más he estado en el punto de mira. Cuando me muevo, el pelotón se mueve”, resume.
Un último año sin ataduras
Tras un último año marcado por la desgracia, con dos caídas que le provocaron fracturas de vértebras y le dejaron sin clásicas y con solamente una semana de Tour de Francia, Cancellara afronta su última temporada sin ningún tipo de presión, con el descaro del que se sabe homenajeado y, eso sí, con la escopeta para dejar huella como él siempre ha pretendido. Su principio bien demuestra sus intenciones: ganador del Trofeu Serra de Tramuntana y de la preciosa Strade Bianche, donde se convirtió en el récordman de la prueba con tres victorias y un tramo de tierra de su recorrido llevará su nombre.
Un último homenaje para el Expreso de Berna, que por ahora tiene las clásicas (este sábado empiezan los Monumentos con la disputa de la Milán-San Remo) y el Giro de Italia en el calendario, pero que no quiere cerrar ninguna puerta. “Quiero vivir el día a día, sentir y disfrutar cada momento. Esa es mi mentalidad en mi último año. Quiero ir paso a paso porque no sé lo que viene, te puede pasar algo y tienes que cambiar la cabeza de nuevo. Para mí lo más importante es vivir cada momento, como Markel Irizar, siempre a todo”, resumía en una entrevista a Biciciclismo a principio de temporada. O, como dijo tras ganar la Strade Bianche: “This year I want to go out with a gun”. Que cada uno lo entienda como quiera.