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La tierra no es plana. Paisajes del Tour 2018: Noirmoutier

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Daniel Monfort | 07 Jul 2018

La tierra no es plana. Paisajes del Tour 2018: Noirmoutier

La tierra no es plana. Paisajes del Tour 2018: Noirmoutier

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Desde el estuario de la Gironde hasta la punta occidental de la Bretaña, en Brest, la costa francesa tiene unas cuantas islas, más o menos grandes, muchas habitadas, formando pueblos de esos que generan una mística infinita; el pueblo-Isla, el guión perfecto. Las distancias con la costa son diversas, el tamaño también. Las tres más grandes, la 'Île d'Oleron, la Îlle de Ré y Noirmoutier, están tan cerca del mar que en su momento se decidió construir un puente. Eran tiempos de fiesta de la ingeniería y el hormigón.

Los que cada invierno soñamos con dibujar el mapa del Tour siempre fantaseamos con incluir estas islas. La carrera francesa, algunas veces, se permite el capricho de visitarlas, como en esta edición de 2018. Pero no es precisamente por su orografía por lo que el pelotón visita Noirmoutier, cuyo punto más alto es el viaducto que conecta con el continente. Se trata de una isla de topografía baja, un residuo de granito de Armórica en medio del mar, entre cordones de dunas y marismas que se aprovechan para el cultivo de la sal, como en las otras islas citadas. Es una destinación perfecta para el cicloturista, eso sí, especialmente fuera de temporada. 

ASO, la empresa organizadora del Tour, hubiese podido hacer este año lo mismo que en 1999, cuando la carrera transitó por una carretera que, cuando la marea está baja, une Noirmoutier con el continente: el paso de Gois. Alex Zülle quizás perdió allá toda opción de ganar la Grande Boucle el día que la carrera pasó por allí. El tejano del asterisco en el palmarés la ganó un poco más salvando la carretera con salitre.

Una vez en el continente, la edición 2018 recorrerá durante dos días el departamento de la Vendée, territorio más que conocido por el Tour. Les sonará el Puy du Fou, el Monte del loco. A los que nacimos en los años ochenta al sur del Tourmalet, ese lugar nos recuerda vagamente a Miguel Indurain, quizás porque hay unas cuantas ciudades y pueblos de Francia, de esa Francia rural de la que no se habla nunca porque nunca, o casi nunca, pasa nada, que nos recuerdan al navarro. El ciclismo y la geografía, qué les voy a decir, son siempre indisociables.

El Puy du Fou albergó un prólogo, el del 1993, en una nueva edición que empezaba de amarillo para el de Villaba. En la edición de 1999 también se empezó allí, pero no hay magdalenas de Proust que zamparse con el tejano del asterisco. Ignorábamos en el verano de 1993 qué era el Puy du Fou porque no nos importaba entonces y porque seguramente no nos lo explicaban en televisión. El monte es en realidad un parque de atracciones de temática medieval. Eso lo supe mucho más tarde, cuando vine a vivir a Francia y cuando puedo conocer a Bruno, que iba cada año al espectáculo ecuestre, cuando Camille se ponía una camiseta los domingos por la mañana.

Fue un parque construido por iniciativa de un político local, Philippe de Villiers, de tintes monárquicos. No hay que olvidar que la Vendée fue tierra hostil a la revolución. A finales del XVIII e inicios del XIX la Vendée estaba en guerra contra el nuevo régimen. Por si fuera poco, el 1799 sufrieron un terremoto fuerte, un recuerdo telúrico del viejuno macizo armoricano, con el epicentro allá dónde Alex Zülle se cayó en el 1999, entre Noirmoutier y el continente.

Doscientos años después los renacuajos imberbes que mirábamos el Tour por la televisión ignorábamos la historia y la geografía. Yo ignoraba que acabaría haciendo un informe sobre ese terremoto del epicentro del paso de Gois. En el prólogo del 1993, un Indurian imperioso pedaleaba alrededor de una feria medieval fija con hippies reconvertidos a titiriteros del medioevo, e iniciaba, por un puñado de segundos, un nuevo Tour reinando en lo más alto. Eso causó la desesperación de inicio a Zülle (la Vendée no era lo suyo), Rominger y compañía.

En la edición de 2018 el Tour comienza en la Vendée pero no pasa ni por le Puy du Fou ni por el paso de Gois. Pero tanto dá. Darán una vuelta al departamento del Monte del Loco. Y ciertamente esto va de monte y de locura.

 

*Daniel Monfort es geólogo y vive en Francia desde 2006

 

El pelotón, en la salida de Moulleiron-Saint-Germain (©ASO)