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Pedaladas Púnicas

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Andrés González-Nandín | 28 Feb 2019

Pedaladas Púnicas

Pedaladas Púnicas

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Des de hace un año, los tunecinos aficionados al ciclismo tienen un nuevo centro neurálgico con el Mio Mondo, el primer ciclo-café de la capital. Ahí se reúnen todos los aficionados a la bici para compartir experiencias, disfrutar juntos el amor por el ciclismo y, sobretodo, salir a rodar en grupo, por ejemplo, a los antiguos Puertos Púnicos de Cartago. Aprovechando que el café ofrece el servicio de alquiler de bicicletas, aproveché para acompañarles a descubrir uno de los puntos emblemáticos del antiguo imperio cartaginés.

 

Me presento al Mio Mondo puntual a las nueve a pesar de que la salida es a las diez. Quiero aprovechar para tomar un café y tener tiempo para probar la bicicleta ya que nos esperan dieciocho kilómetros hasta los Puertos Púnicos de Cartago y prefiero evitar sorpresas a medio camino. No seré el único que hoy alquile una bici del Café Velo para completar la salida aunque la mayoría de los ciclistas ya llegan pedaleando al punto de encuentro.

El café es un lugar muy acogedor y ya des de la entrada queda claro que es un territorio consagrado al ciclismo, un espacio pequeñito dónde rápidamente se crea buen ambiente. Los coches empiezan a tenerlo crudo a medida que jóvenes y adolescentes van concentrándose en ese callejón. Cada uno llega mejor equipado que el anterior, presumiendo de sus maillots, cascos y bicicletas; se las intercambian, comentan y examinan a los últimos en llegar. La salida no será hasta las once cuando ya se han revisado todas las bicis y todo el mundo está listo y es que salir sin contar con todo el grupo hubiera sido un sacrilegio. “Esperamos a todo el mundo, somos un equipo”, me advierte Muhammad mientras me muestra, orgulloso, la bicicleta que estrena hoy, apenas veinticuatro horas después de comprarla.

El mundo de Chakib

Chakib Ghanmi, alma mater del proyecto, explica que en el café hay sitio para “gente de todo tipo y categoría. Todo aquel que sea aficionado al ciclismo, ¡somos una familia!”. Fue él quien empezó el Mio Mondo con el reclamo de ser el primer café de la capital que ofrecía alquiler de bicicletas. Ya era un enamorado la bici antes de la revolución democrática que Túnez vivió en 2011 pero, con la caída del régimen de Ben Ali, ahora podía repartir pasamanos para hacer salidas sin que la policía le molestara. Las numerosas reuniones ya no estaban prohibidas y así cogió fuerza la idea de reunirse los viernes frente al gran reloj de la Avenida Bourguiba para salir a pedalear.

“Hice un estudio de proyecto para el gobierno tunecino para hacer parkings de bicicletas pero no lo aceptaron. Me dijeron que si ya tenían problemas para encontrar sitio para los coches, cómo quería que atendieran mi propuesta para las bicicletas. Por eso decidí trabajar en un espacio de alquiler de bicis que no existía hasta el momento. Abrí el café y destiné un rincón para aparcarlas, alquilarlas y organizar salidas cada domingo”. Ahí también se puede seguir por televisión carreras ciclistas y películas relacionadas con las dos ruedas. Pero sin duda, son las salidas el hecho diferencial y referencial del Café Velo y, desde que empezó a funcionar en mayo de 2018, ha habido cada fin de semana, hiciera viento, lluvia o nieve y, a menudo, han servido para descubrir espacios naturales y culturales. La interlocución con los ministerios y las instituciones culturales con las que colaboran en algunos actos se hace mediante la asociación Thakafia, asociada al café.

Túnez no es ciudad para bicis

Hoy somos una treintena pedaleando pero a veces el grupo llega a los cincuenta, más ya serían difíciles de gestionar. Por qué hay que gestionarlo. Chakib es uno de los principales responsables de coordinar la salida, no sólo la prepara los días previos junto a otros miembros de la asociación sino que también acompaña la marcha con su bici-taxi biplaza, ideal para poder ‘saltar’ rápido y parar el tráfico. Es necesario para llegar sin problemas mayores a la Avenida Mohamed V, una de las arterias de Túnez dónde, además, no hay carriles bici. A un tráfico ya de por sí muy difícil de gestionar, hay que añadirle unos conductores a menudo demasiado impacientes y que funcionan con la lógica de ‘tonto el último’.

Es por todo eso que hay quién cree que ir en bicicleta por Túnez es “una guerra contra la mentalidad pero si queremos, podemos. Me quedé muy sorprendido por qué los dos primeros meses trece chicos del barrio se compraron una bici. Cuando ves esta influencia piensas que es una victoria, que todo coge sentido”. Tendremos que soportar más de un claxon de conductores molestos hasta conseguir abandonar de forma definitiva el trazado urbano y llegar a una carretera secundaria que bordea el lago de Túnez. Rápidamente llegamos a la zona de Les Berges du Lac, el barrio más joven de la capital construido durante los años 90 junto al lago. Aquí están empresas internacionales, embajadas y pisos de alto standing. Aquí, en la periferia, tampoco hay carriles ni pistas para bicicletas. “La infraestructura viaria no está, en absoluto, pensada ni adaptada a la bici. Nos reunimos con el ministerio para crear un carril bici en la Avenida Mohamed V y en la Bourguiba pero ya tengo experiencia en eso, se habla mucho y no cambia nada. Hacer carriles bici en Túnez es un reto y mi gran objetivo”, asegura Chakib. Hay que decir que hasta el momento han conseguido que la Ciudad de la Cultura instale, próximamente, un parking de bicicletas cómo los que hay en Amsterdam.

Pedaleamos de dos en dos para no molestar los peatones que pasean resiguiendo el trazado contiguo al lago aprovechando este domingo soleado; algunos nos miran sorprendidos, otros no saludan con cara de envidia sana. Dejamos de encontrarnos gente cuando llegamos a una zona que está por urbanizar y dónde, por ahora, no hay nada más que un buen trazado de tierra para poner a prueba los amortiguadores de nuestras bicicletas.

Pedaleando la libertad

La juventud imperante no es problema para que otros más veteranos cómo yo se sientan a gusto. “Compartir es placer”, me asegura Slim cuando le pregunto por qué a sus 39 años decidió apuntarse a las salidas. “Tengo coche y a menudo soy víctima de los atascos”. Los vídeos anteriores de aventuras que el Mio Mondo había colgado en las redes le motivaron.

Molka también se percató de la actividad del espacio a través de las redes sociales. Hacía un año que salía en bici y des de un buen principio se implicó con las actividades del café. “Claro que, cómo mujeres, nos ha animado. Las bicis son para chicas y para chicos”, responde cuando les pregunto por el binomio mujer-bicicleta. Pero esta afirmación no parece tan evidente cuando hablo con otras chicas. Marwa, otra de las cuatro ciclistas que ruedan hoy, explica que hace dos o tres años que se ven mujeres saliendo en bici, que hasta ese momento el ciclismo era un deporte tabú para ellas. Por un lado, por la tradición religiosa que lo ve cómo un riesgo para la venerada virginidad de las adolescentes; por otro, los roles de género suponen un obstáculo ya que la bici no liga demasiado con la imagen de pulcritud que se intenta inculcar a las niñas. “En las grandes ciudades, a las familias más formadas y deportivas, la mentalidad ha evolucionado”, puntualiza. A pesar de esta pequeña grieta, la mayoría de mujeres no sepan pedalear cómo, de hecho, era su caso hasta hace dos años.

El cambio de mentalidad y las nuevas dinámicas asociativas son, sin lugar a dudas, una de las conquistas de estos últimos ocho años. A pesar de que Café Velo es apolítico, el proyecto ha crecido con el calor del clima revolucionario de Túnez. Chakib reconoce que la libertad política ha impulsado un cambio que les ha ayudado a pedalear. Con la revolución hay una reapropiación del espacio público –también con la bicicleta- que el régimen les había robado. Es el ejemplo de algunos sitios en Sidi Bou Said, en Cartago y en Túnez, en que estaba prohibido acceder por qué ahí vivía Ben Alí o sus familiares. ¡Hasta esto les había robado el dictador! “Después de la revolución los hemos visitado por qué queríamos descubrirlos, hacer las actividades que queremos es un tipo de libertad de expresión”.

A pesar de todo, un grupo de ciclistas levanta todavía el recelo de las autoridades. Ya en Cartago, nos paramos cerca del antiguo teatro romano parar reparar un pinchazo y en menos de dos minutos llega un coche con dos policías de paisano. Parece que el Presidente de la República, que tiene su palacio a menos de dos kilómetros, pasará por este mismo punto en unas horas. La seguridad todavía es prioritaria y, como suponen que somos una amenaza, nos piden que nos marchemos lo más rápido posible.

Llegada a buen puerto

El último tramo lo recorremos cómo si se tratara del pelotón de alguna carrera profesional. Rodamos uno detrás del otro en una parte de bajada y sin tráfico, bordeando residencias diplomáticas y vestigios romanos. Dejamos atrás las famosas Termas de Antonin con su privilegiada terraza sobre el Mediterráneo y ya sólo nos queda dar pedales entre palmeras, una calle con árboles que dan sombra y casas ostensosas.

Los antiguos Puertos Púnicos son inconfundibles. Se mantienen las dos concas del año 350 A.C.; la rectangular, que llegaba hasta el mar y se dedicaba a la flota comercial, y la circular anterior, que tenía un uso militar. Desde aquí los cartagineses alimentaban su imperio comercial y hacían la guerra a la República de Roma, a la que consiguieron poner contra las cuerdas en las dos Guerras Púnicas aunque, finalmente, en la tercera Cartago fue destruida, en el año 146 A.C.

Posiblemente muchos de los participantes desconocen la historia del emplazamiento. Algunos de ellos lo visitan por primera vez y a lo mejor es por eso que muestran su felicidad cuando llegamos delante de la conca circular. Después de contemplarla durante unos instantes nos dirigimos al mar, justo a unos pocos metros del agua, un lugar perfecto para dejar las bicis y disfrutar de una merecida vista sobre el golfo de Túnez. Las caras de satisfacción se mezclan con los gestos de compañerismo y dos jóvenes valientes incluso se atreven a bañarse. Pero a pesar de que se trata del Mediterráneo, estamos a finales de febrero y las temperaturas no son las mejores para ese chapuzón.

Retorno victorioso

Después de media hora de descanso merecido y de sacar las fotografías de familia, retomamos la marcha. La vuelta a Túnez será por la autovía que está al lado opuesto del lago y la haremos sin ninguna parada ya que el cielo amenaza lluvia y el viento nos avisa de que no será especialmente agradable, “un reto para los menos experimentados”, avisa Chakib. Son dieciocho kilómetros conviviendo con el tráfico por la carretera de la Goulette, la localidad dónde en 1955 el padre de la patria tunecina, Habib Bourguiba, volvía triunfante de su exilio en Francia, la metrópoli de la que se independizaron al año siguiente.

La voluntad de superación, las bocinas solidarias y los empujones de los compañeros ayudan a superar el frío y el viento de cara. Cómo Bourguiba, nos sentimos héroes cuando invadimos la Plaza del 14 de Febrero a pesar de que, en nuestro caso, nadie nos espera a parte de los coches, los taxis y el gran reloj omnipresente. Llegamos al Mio Mondo a la hora de comer entre gestos de alegría y satisfacción de los principiantes. No han cruzado los Pirineos subidos a un elefante ni han hecho temblar Roma pero, cómo Aníbal, a su manera también se sienten protagonistas de una gran gesta.