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Reinventando el Giro d'Italia

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Texto: David Rovira/Fotografía: Ricard Calmet | 19 Jun 2019

Reinventando el Giro d'Italia

Reinventando el Giro d'Italia

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Mientras el Giro d’Italia avanzaba hacia su resolución final con el ecuatoriano Richard Carapaz mirando a los ojos a todos sus rivales, otro Giro engrasaba motores. Es el mismo recorrido, con casi idéntico calendario y con nombres ilustres como los de Gianni Bugno, Davide Rebellin o Massimiliano Lelli, il capitano della nostra squadra. El Giro E es una iniciativa turística que une la promoción del país a través del ciclismo con el uso de las bicicletas eléctricas; nombres de los de antes, paisajes de los de toda la vida y las bicis del futuro. En esta singular prueba, VOLATA voló por las carreteras dolomíticas con Max Lelli —11 Tours, 7 Giros y 5 Vueltas en sus piernas— al frente.

La llegada a Aprica fue singular. Anochecía. La nieve acechaba en cimas cercanas. Nuestras bicis eléctricas llegarían tarde por lo que, muy probablemente, no las podríamos testear hasta la mañana siguiente. Mientras, la caravana del Giro oficial estaba a apenas unas horas de distancia. Todo era calma en nuestro estreno en el Hotel Cristallo Club, éramos los avanzados a nuestro grupo. En el salón, a la hora de cenar, un uomo solo al comando.

— Buenas noches, sentaros aquí. ¿Sois del equipo ENIT?

— Buenas noches. No lo sabemos, acabamos de llegar y esperamos instrucciones. ¿Compites con nosotros? Tu cara nos suena…

— He disputado once veces el Tour y siete el Giro, me llamo Massimiliano Lelli…

Lelli era el capitano de nuestro equipo. Un tipo encantador. Nos abrió las puertas con su conversación y nos explicó en qué consistía la aventura. Hablamos de sus recuerdos hasta que una llamada de Whatsapp interrumpió la cena.

— ¡Ah! ¡Mirad quién me llama! Cipo, saluda a mis amigos…

Sí, era Massimiliano Lelli y el que estaba al otro lado del teléfono era Mario Cipollini. Nuestro Giro todavía no había empezado pero prometía emociones fuertes. ¿En qué consistía eso de hacer el Giro con bicis eléctricas y con un líder tan carismático? La Agenzia Nazionale di Turismo d’Italia (ENIT) nos invitó, junto a otros periodistas de todo el mundo, a disputar este evento tan singular que recorre de forma paralela al Giro d’Italia. En total son 18 etapas, 1.829 kilómetros y 24.000 metros de desnivel positivo, con las mismas rutas y los mismos días que las etapas de la corsa rosa y con un arsenal de recursos a disposición del Giro E. Eso es, llegadas en el mismo final de etapa del Giro, con policía, señalización especial, carreteras cortadas, director de carrera, vehículos de asistencia, acreditación para el hospitality del final de etapa… Un lujo.

Es cierto que aunque el Giro E no era una prueba competitiva, sí que había unas clasificaciones basadas en tramos cronometrados en los que los equipos, sin ayuda de GPS, teléfono o cualquier tipo de dispositivo de cronometraje —y eso es relevante—, debían aproximarse a una velocidad media marcada por la organización. Además, en alguna etapa también había algún tramo de crono a la mayor velocidad posible. En total, diez equipos de seis corredores cada uno y más de quinientas personas vinculadas al evento con caras conocidas como las de Gianni Bugno, Davide Rebellin, Danielle Colli, Diego Cecchi, Federica Lupperini o el mismo capitán de nuestro equipo, Lelli.

A esto hay que sumarle los nombres míticos de la historia de la carrera ya que nuestras tres etapas fueron las que finalizaban en Ponte di Legno —con el paso del Mortirolo—, Anterholz y Santa Maria di Sala. Eso nos permitió recorrer las carreteras dolomíticas que enlazan con los gigantes de la zona como son el Stelvio, el Mortirolo o el Gavia —éste, completamente nevado, lo subimos hasta coronarlo, pero esto merece un capítulo aparte—. Es, sin lugar a dudas, un auténtico paraíso ciclista que permite completar una escapada de nivel a través de las regiones de la Lombardía, el Trentino-Tirol del Sur y el Véneto.

Aparte de pedalear, la zona ofrece muchas oportunidades para las escapadas por la montaña para el trekking, la escalada o el esquí y se complementan a la perfección con los museos de temática bélica al aire libre. En la área que visitamos durante la Primera Guerra Mundial se instaló la línea del frente que separaba las tropas italianas de las austro-húngaras y todavía hoy quedan en pie caminos y fortificaciones construidas hace un siglo.

Los Dolomitas a motor

El Giro E nos permitió probar tres de los cinco motores de los que disponían los equipos y constatamos que cada sistema es un mundo. Cada marca ofrece diferentes rendimientos, diferentes niveles de ayuda, diferentes sensaciones de pedal y diferentes pesos; mientras las baterías Bosch, Pollini, Pinarello o De Rosa pesan cinco kilos, el sistema Epower apenas penaliza el peso total de la bici. Exceptuando las bicis húngaras equipadas con Epower, el resto llevaban frenos de disco y cubiertas de más de 30 mm con lo que algunas de ellas son casi más bicis de gravel que de carretera. Realmente una experiencia recomendable para los ciclistas que todavía no hayan probado el mundo de las bicis eléctricas. Cada vez están más presentes en nuestro entorno ya que ofrecen nuevas posibilidades de rendimiento a ciclistas ya graduados o a gente que nunca hasta ahora se habían atrevido a montar en una. Las bicis eléctricas de carretera equipan un motor o dispositivo eléctrico que añade unos watios extra a los generados por el ciclista y, dependiendo del sistema, el motor ofrece diferentes niveles de rendimiento con más o menos wattios —el caso de Bosch, Pollini o De Rosa— o una ayuda constante como pasa con Epower.

En resumen, una experiencia aglutinadora con el descubrimiento de las bicis eléctricas en toda su extensión con la diversidad de motores y prestaciones, el placer de coronar puertos míticos del Giro —aunque alguno se "olvidó" de conectar el motor para subir el Mortirolo causando estupefacción entre el pelotón eléctrico—, la sensación profesional de rodar por carreteras marcadas por la organización de una de las grandes vueltas con la policía y el público facilitándote la ruta, y el premio de compartir con nombres míticos todo esta función. Porque al podio del Giro oficial también subimos, aunque fuera unas horas antes que Carapaz y compañía. Su competición no admitía frivolidades.