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Winter miles, summer smiles - Llegan los brevets

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Oriol Hergo | 07 Mar 2017

Winter miles, summer smiles - Llegan los brevets

Winter miles, summer smiles - Llegan los brevets

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Si antes de empezar los 200 kilómetros ya se veían como una buena meta a completar estando a principios de año, las dudas ya te entraban cuando veías el perfil acumulado: unos 3000 metros positivos. Pensártelo demasiado no era una opción así que los primeros valientes echamos a rodar sobre las 8 de la mañana. Del Baix Llobregat llegamos hasta el primer punto de control en Sant Sadurní d'Anoia en el Alt Penedés. Dejando atrás la subida a Gelida, dónde nos enfrentamos a las primeras rampas y a un asfalto bastante húmedo esperando recibir los primeros rayos de sol. 

Sesenta kilómetros nos separaban del segundo punto donde sellar la tarjeta brevet. Hasta allí tres puertos: alto de Font-Rubí, un clásico para los ciclistas del Penedés, el paso hasta la Llacuna y para finalizar el Coll de la Torreta, culminado con el alto de Montagut. Este último, uno de esos puertos sorpresa, de aquellos con los que no cuentas, mal asfaltado, con tramos de hormigón rayado y donde acabas encontrando las mejores rampas, de las que te rompen el ritmo. Una bajada técnica nos adentrará en el pla de Querol, en la provincia de Tarragona.  

Con 94 kilómetros ya gestionados, empiezo a ver el resto del día diferente, llevamos casi la mitad del recorrido y del desnivel. A partir de ese punto todo empieza a rodar mentalmente hacía abajo. Parada obligada en Querol, punto en el que a parte de sellar, la mayoría reponemos energía. Con el vientre y los bidones llenos salimos a rodar dirección a Castellolí, tercera parada del viaje. Falso llano y algunos repechos amenizan las piernas para que nadie se duerma durante el tramo por la C37. 

Una vez consumidos los primeros 133 kilómetros, queda por delante salvar los dos puertos finales; el coll del Bruc y Montserrat por el Coll de Can Massana. Antes, hay que decidir si pasar por 500 metros de autovía o un viejo camino sin asfaltar. Escojo la segunda opción y me divierto con el tramo de sterrato improvisado. A estas alturas unos están más frescos que otros, los diferentes grupos se van deshaciendo y cada uno busca su propio ritmo.  

La subida a Vacarisses es corta y sin especial dificultad, unos 7 kilometros a un suave 4%. Estoy vacío y me arrastro como un reptil por el asfalto. Para distraerme me voy comiendo una barrita que me parece la mejor chocolatina que jamás he probado. Al llegar busco un bar donde sellar, reponer líquidos, azúcar y tomar algo sólido. A partir de ahora ya sólo faltan los últimos treinta kilómetros, picando hacia abajo. 

Al llegar, el personal de Sprint Bike tiene listos vasos con caldo y bocadillos para reponer fuerzas. Algunos insensatos, como un servidor, además de los 200 kilómetros decidimos ir hasta Sant Feliu y volver a Barcelona pedaleando. Acabo el día con casi 240 kilómetros y repetí aquel punto ya cíclico en una brevet. Como un trastorno bipolar, horas antes te preguntas a ti mismo porque sigues repitiendo estas salidas; el madrugón, la kilometrada, el esfuerzo y cuando superas ese escollo mental, simplemente te sientes que podrías seguir pedaleando el día entero y repetir al siguiente amanecer. Llegado a este punto ya no hay marcha atrás, el espíritu randonneur está en tí. 

Esperemos que el dicho popular sea cierto... Winter miles, summer smiles.

Vídeo de la brevet en Relive.cc, a través de Strava