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'Ir en bicicleta no es ni anticuado ni obsoleto', James Longhurst

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Texto: Isaac Vilalta | 14 May 2020

'Ir en bicicleta no es ni anticuado ni obsoleto', James Longhurst

'Ir en bicicleta no es ni anticuado ni obsoleto', James Longhurst

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A James Longhurst (Manhattan, Kansas, Estados Unidos, 1973) la bicicleta le cambió la vida. O, en cualquier caso, le amplió los límites de sus inquietudes y preocupaciones. Historiador de políticas urbanas y medioambientales, y profesor asociado en la Universidad de Wisconsin-La Crosse, en 2010 publicó Citizen Environmentalists, donde describe el crecimiento de las organizaciones promedioambiente en Pittsburg y en EEUU en los años sesenta y setenta. Hace poco más de una década descubrió la bicicleta como herramienta diaria y desde ese momento se convirtió, además de ciclista, en asesor y activista de diversas organizaciones y movimientos sociales como Bicycle La Crosse, HealthTide y Wisconsin Active Together. Acaba de publicar Las batallas de la bici (Katakrak, 2019)Bike Battles: a history of sharing the American road, en su versión en inglés—, en que recorre las pugnas por el espacio público desde el siglo XIX hasta la actualidad.

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El medioambientalista en Wisconsin en una foto de archivo (Foto: Sue Lee, UW-L, 2014) / Foto cabecera: el escritor y profesor universitario en la tienda Bike Heaven, de Pittsburgh, Pennsylvania (Foto: Jeff Suzik)

 

¿Por qué este libro?

Este libro existe, en primer lugar, porque yo soy un historiador interesado en las ciudades, en la política ambiental y en cómo tomamos decisiones políticas. Anteriormente, ya había escrito sobre la contaminación del aire y su control y, después de publicar mi primer libro, buscaba un nuevo tema alrededor de la misma problemática y relevancia para centrar mi siguiente proyecto de investigación. Aproximadamente al mismo tiempo, empecé un nuevo trabajo académico y me mudé a la ciudad universitaria de La Crosse en Wisconsin. Se trata de una ciudad muy adecuada para el uso diario de la bicicleta; es densa y compacta —en comparación con muchos lugares de América que, a menudo son grandes y extensos— y muy plana; y, al mismo tiempo, es una ciudad fluvial, rodeada de acantilados y valles, con excelentes caminos de tierra. Además de todo esto, también comencé a ir en bicicleta, en parte, porque en 2008 el precio del carburante aumentó mucho. Así que, resumiendo, soy un recién llegado al ciclismo cotidiano.

¿No habías tenido contacto con el mundo de la bici anteriormente?

Había montado en bici cuando era niño y había hecho algo de bicicleta de carretera pero no fue hasta que me convertí en un ciclista habitual que comencé a darme cuenta que la carretera es un espacio en disputa. La Crosse es genial para viajar pero también es una ciudad norteamericana por lo que los ciclistas no siempre son bienvenidos en el espacio público y eso que supuestamente ¡es su derecho legal!

Claro.

Le digo a la gente que andar en bicicleta en una ciudad de mi país es una experiencia que te radicaliza: te puede enojar, asustarte o hacer que quieras cambiar las cosas. A mí me hizo querer entender lo que estaba sucediendo y por qué el simple hecho de andar en bicicleta en la calle enfurece a tanta gente. Fue así cómo descubrí que podría ser un buen tema de investigación y, al mismo tiempo, me involucré más en el activismo.

¿Cómo se combinan estas dos caras?

Me he formado como historiador de la política urbana y medioambiental investigando los Estados Unidos en el siglo XX pero también soy ciclista aficionado, y mecánico, como pasatiempo. Además estoy implicado en una larga lista de proyectos de defensa de las bicicletas. Es algo complicado ser al mismo tiempo un erudito y un activista, ya que algunos creen que la militancia contamina las actividades académicas con prejuicios. Yo no lo veo así.

El autor en Madison, Wisconsin (Foto: archivo James Longhurst)

 

Explícame eso.

Todos investigamos cosas que nos interesan de una forma u otra y mi activismo enriquece mi estudio y viceversa. A veces tengo que responder una pregunta como historiador y, a veces, como activista, me cambio el birrete por la gorra ciclista. En cualquier caso, cuando escribo e investigo sobre la historia de las bicicletas, en realidad estoy tratando de entender la historia de las decisiones que han hecho que nuestras ciudades a menudo no sean saludables, ni sostenibles, ni equitativas, es decir, que son peligrosas para nuestras vidas. Las bicicletas son solo un vehículo para explorar la historia de la política ambiental urbana.

Ante este panorama que hemos creado, ¿hay marcha atrás? ¿El impacto del Covid-19, por ejemplo, hará replantearnos cómo creamos nuestro entorno?

Con "marcha atrás", ¿quieres decir que “en nuestras ciudades podemos volver a tecnologías de transporte anteriores para resolver algunos de los problemas del sistema de transporte actual”?

Sí, eso.

En realidad, la idea de que la bicicleta es una tecnología antigua y que debemos buscar el progreso solo a través de las nuevas tecnologías, es parte del problema. Porque, además, presupone que las nuevas tecnologías son progreso mientras que los procesos existentes o antiguos son regresión. Pero creo que para los historiadores, el progreso no es lo mismo que avanzar en el tiempo. Los nuevos comportamientos o instituciones o sistemas socio-técnicos pueden ser superiores que los que ya existían pero también pueden ser defectuosos. Es cierto que muy a menudo se mezclan, pero la era moderna está llena de inconvenientes y de beneficios dudosos.

Arriba, izq.: anuncio de 1919 "Cycling is Fashionable", publicado en el informe United Cycling Directorate / arriba, der.: "Right of Way”, extraído de Harper’s Weekly (1896) / abajo: imagen de tráfico rodado en la Milwaukee Avenue, Chicago (Foto: People for Bikes)

Entonces, ¿qué hacemos?

En primer lugar, hay que convencer a la gente de que ir en bicicleta, caminar o coger el autobús no es ni anticuado, ni primitivo ni obsoleto. Para conseguirlo hay que tener conciencia histórica y comprender que los comportamientos e instituciones humanos cambian constantemente. Asociar la bicicleta con un comportamiento primitivo y el automóvil con la modernidad, no es una verdad universal sino asociaciones de nuestra mente. Hace un siglo, la bicicleta era el símbolo de la tecnología moderna.

A día de hoy, ¿hay alguna experiencia interesante en alguna ciudad que pueda revertir la relación bicicleta-coche?

Hay una larga lista de éxitos en la promoción en el transporte urbano; me da miedo enumerar acciones porque me dejaré a alguien afuera. Pero, para citar algunos ejemplos, tenemos la transformación del sistema de autobuses TransMilenio en Bogotá, en Colombia. O también el caso de las "supermanzanas" de Barcelona, el auge y la caída de la bicicleta en las ciudades chinas y la creación reciente de 74 millas de calles amigables para las personas en Oakland, en California, en pleno bloqueo por el COVID-19. ¡Hay tantas posibilidades para tantos desafíos! Que si el cambio climático, reconstruir nuestras ciudades para que sean más justas, visualizar formas de vida más saludables y equitativas… Estos desafíos son tan grandes y ocurren en todas las escalas, que existe una infinita variedad de oportunidades y proyectos y medios para contribuir. Ante un campo con grandes hileras de tomateras llenas de malezas, mi abuela habría dicho: "escoge una hilera y comienza a arar". Es decir, el trabajo puede parecer inacabable, pero si todos dejamos de mirar asombrados el tamaño del campo y comenzamos a trabajar en nuestra pequeña parte justo ahora, lo haremos juntos. Ya sea enseñar a un niño a reparar un pinchazo de su bicicleta o trabajar en campañas nacionales de cabildeo, todas las contribuciones son necesarias. Elige una fila y comienza a arar.

*Gracias a Katatrak 

Podrás leer la entrevista completa en el número 23 de VOLATA (publicación prevista: verano 2020) 

 

 

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Longhurst, de ruta gravel por Minnesota (Foto: Dan Novak)