Texto publicado originalmente en el último número de nuestra revista, VOLATA #8
A día de hoy, nadie negará que las nuevas tecnologías que giran alrededor de la transferencia de datos, ya sea vía telefónica o vía ordenador o tabletas, han cambiado de manera sustancial nuestra forma de relacionarnos con otros individuos y el entorno. La práctica deportiva, y más concretamente la del ciclismo, ha visto como en los últimos tiempos los hábitos han mutado hacia la hiperconectividad y la necesidad de compartir virtualmente nuestros retos y hazañas. Hemos cambiado el cuentakilómetros por auténticos ordenadores on board y diversas aplicaciones han revolucionado la forma como disfrutamos —o eso creemos— nuestras salidas en bicicleta.
Los equipos profesionales han integrado rápidamente estas nuevas herramientas que monitorizan el esfuerzo y el rendimiento al milímetro. Diversos corredores de un mismo equipo pueden compartir entreno desde diferentes puntos del planeta conectados por un simple dispositivo GPS mientras su director deportivo los controla sentado en la oficina. Otros, comparten videos con todo tipo de detalles personales, ya sean técnicos o mostrando los límites del esfuerzo físico.
Algunos corredores cuelgan sus sesiones de entrenamiento en internet y fotos con los datos de sus potenciómetros en Twitter. En plena competición, los directores desde el coche pueden ir siguiendo el estado de sus corredores en directo a gracias a esa nueva tecnología.
El análisis de los kilómetros recorridos, la velocidad y las pulsaciones ya son insuficiente. Las innovaciones técnicas ofrecen más y el ciclista, ya sea profesional o aficionado, quiere también más, estén compitiendo, entrenado o incluso en una salida recreativa. La necesidad de compartir esos datos ha llevado al nacimiento de aplicaciones que permiten crear puntos de encuentro virtuales, como Strava, Endomondo o Runtastic, que se han convertido en redes sociales para deportistas. Sin embargo, recientemente, otras iniciativas están intentando dar un nuevo giro de rosca ampliando esos espacios de intercambio virtual y nuevos servicios. Es el caso de Underbike que funciona como plataforma de análisis, gestión y planificación del entrenamiento.
Uno de los objetivos de esta aplicación gratuita, nacida en Barcelona, es conseguir optimizar el tiempo, el dinero y las energías del ciclista aficionado y profesional ofreciéndoles un entrenamiento inteligente y a medida. En una época en que el ciclista apuesta fuerte por el material, esta plataforma pone la mirada en la preparación y en todas las variables que esto implica, ya sea el entreno, el descanso o la nutrición. Así, el sistema propone al usuario elegir entre varios entrenadores y planes de entrenamientos que pueden ajustarse a sus necesidades y disponibilidad.
Una vez hayas elegido a tu técnico, empieza a trabajar de forma virtual con ese plan específico para objetivos concretos al mismo tiempo que se beneficia de una notable interactividad con otros deportistas a través retos específicos que propone la misma plataforma. A los entrenadores, en cambio, la plataforma les permite tener a su alcance una herramienta con la que ver de manera clara y sencilla el progreso de sus clientes y la vez mostrarse en el gran escaparate que es el mundillo ciclista. Underbike permite contar con el asesoramiento de reconocidos entrenadores y directores deportivos profesionales como Àlex Sans (Team Dimension Data) o Kim Forteza. Underbike tiene en su horizonte convertirse en una revolución en cuanto al entrenamiento se refiere.
Esta nueva generación de aplicaciones representan la personalización máxima, el 3.0 ante la tradición, una dicotomía muy presente en el ciclismo actual, que los últimos años ha sufrido una auténtica revolución tecnológica con la llegada de los potenciómetros. La monitorización de los entrenamientos y la actividad física está marcando sin duda el futuro del deporte. El culto al dato ha llegado para quedarse.