La historia del cómo y del por qué el Tour de Francia se vio un día subiendo al Tourmalet, a inicios del siglo XX, es de esas que con apenas un siglo de vida ya es leyenda, porque se transmiten oralmente como éstas y es más que posible que cada transmisor añada su pellizco de invención. Es la historia de ese ojeador de los organizadores de la carrera, el diario L’Auto, que se desplazó a los Pirineos unas semanas antes del inicio de la carrera para comprobar el estado del puerto, él mismo envió un telegrama “mintiendo” sobre la facilidad de la subida cuando en realidad era una locura. Sea cual sea la realidad de ese gesto, un hecho es cierto, antes de la existencia de una carretera asfaltada y de la creación de la pista de esquí de La Mongie, antes de ese observador medio mentiroso del diario L’Auto, el Pic du Midi de Bigorre y el paso cercano del Tourmalet habían generado una atracción por subirlos desde la antigüedad. Un punto particular para observar el cielo y la tierra. Así, cuando nació el Tour de Francia ya existía el Observatorio astronómico y meteorológico del Pic du Midi de Bigorre, construido en el último cuarto de siglo del XIX.
Construir observatorios astronómicos y meteorológicos era un fenómeno generalizado en el siglo XIX, el siglo anterior había despertado inquietudes científicas, el gran terremoto de Lisboa de 1755 había abierto la puerta a lo científico y no lo divino para comprender mejor nuestro planeta. Consecuencia directa de eso, el desarrollo de instrumentos para medir fenómenos y la construcción de más observatorios. Las ciencias de la tierra y del universo actuales no serían lo que son sin ese esfuerzo de adquisición de datos y observación que se desarrolló en el XIX. De más o menos esa época, o nacidos bajo ese influjo, también son el Observatori Fabra barcelonés, situado en la montaña del Tibidabo, l'Observatori de l'Ebre, jesuita en su origen, situado a los pies del Mont Caro en Roquetes, el observatorio de Niza en una de las colinas de la ciudad al pie de los Alpes. También arriba del Mont Ventoux hay un observatorio astronómico. Y en Almería el de Calar Alto, etapón de la Vuelta. Y todos los observatorios cerca de los volcanes activos, en el Etna o en el Teide. Es evidente, la ciencia también ha hecho alquitranar algún camino empinado. Pero, a diferencia del esquí, las ciencias de la tierra no tienen el dinero para pagarse muchas etapas del Tour.
El Observatoire du Pic du Midi está allá arriba colgado en la cima del pico homónimo. Se sube por teleférico desde La Mongie, y el observatorio, más allá de su función primera, se ha convertido en un atractivo turístico. También se puede llegar por un camino de piedras desde la cima del Tourmalet, que llega casi a los pies del observatorio, pasando por el col de Sencours. Sin duda, a más de un director del Tour, en sus sueños sádicos de diseñador del recorrido, la idea de proseguir la subida del Tourmalet y terminarla al pie del observatorio le ha venido a la cabeza, pero hasta ahora nunca se ha llevado a cabo, sin duda frenados por la dificultad logística y las limitaciones de ciertas actividades en perímetros de parques y zonas protegidas. Desde arriba del Observatoire hay una vista sobre una buena parte del Pirineo, más todo lo que queda allá abajo, al norte la cuenca de Aquitania, la cuenca sedimentaria situada a los pies del macizo y que va de Burdeos a Carcasona pasando por Pau. Todas esas ciudades que son puntos de paso del Tour cuando este se aproxima a los Pirineos. Etapas de transición ergo aburridas nos dicen en la tele. Pero el Observatoire mira especialmente al cielo, con su posición privilegiada y alejada de la contaminación lumínica. Y sigue el clima en un punto tan singular como el Pic du Midi de Bigorre, con registros de temperatura desde hace más de un siglo. Mirando el cielo, pero cuidado con lo se mueve por abajo en la corteza. La etapa de Lourdes a Laruns, con el binomio de oro pirenaico de Tourmalet y Aubisque en el perfil, pasará por los Pirineos que actualmente están más activos sísmicamente. La mayoría de sismos que se registran cada año en el macizo están cerca de esos dos puertos. También alguno de los terremotos históricos más fuertes conocidos en los Pirineos tuvieron su epicentro en la zona, como el de Bigorre de 1660.
Etapa decisiva de este Tour, últimas oportunidades para probar que hay estrellas en el cielo más allá de Sky, pero para ello habrá que hacer temblar su solidez rocosa.