El rojo le sienta bien a Wout van Aert. La victoria del belga se estaba haciendo de rogar, pero en su primer día vistiendo el maillot de líder de La Vuelta ha acabado con la sequía. Hacía seis meses que no conseguía alzar los brazos, desde la Kuurne-Bruselas-Kuurne a finales de febrero. Entre medias, la fatídica caída que le apartó de Flandes y Roubaix —y su debut en el Giro d’Italia—, los intentos por rematar en un Tour de Francia a medio gas y un bronce olímpico. Aunque los fantasmas de sus habituales ‘casi’ asomaron en las dos etapas iniciales, Van Aert ha resurgido como el ave fénix para sumar su décimo triunfo en una gran vuelta.
El abrazo eufórico de sus compañeros de equipo nada más cruzar la línea de meta refleja que es una de las figuras más respetadas dentro del pelotón. Su entrega, espíritu combativo, tenacidad, su carácter cercano y auténtico y su sacrificio ejerciendo de gregario cuando se le requiere también convierten a Van Aert en uno de los favoritos del público (en VOLATA no escondemos nuestra debilidad por el belga).
La mejor versión del belga está de vuelta y ha querido sellarlo a través de esa celebración en forma de águila emprendiendo el vuelo que ya inauguró vestido de amarillo en la cuarta etapa del Tour en 2022. Le falta un triunfo luciendo la ‘maglia’ rosa para completar un póster icónico digno de cualquier museo.
“Thanks”. Siempre agradecido. Esa ha sido la palabra más repetida por Van Aert mientras celebraba junto a sus compañeros de Visma-Lease a Bike. "El equipo ha estado muy fuerte, tuvimos la carrera siempre bajo control”, explicaba a los micrófonos de la organización. La dupla del Kern Pharma (Ibon Ruiz y Unai Iribar) y el Euskaltel-Euskadi (Xabier Isasa y el incombustible Luis Ángel Maté) nunca han llegado a ser una incomodidad para un pelotón que les ha dejado hacer camino. Una vez la fuga ha sido neutralizada han comenzado las tensiones por la posición y ahí Visma ha ejercido su fortaleza sin fisuras.
Sin embargo, aunque los protagonistas han sido los mismos que en el día de ayer, el desarrollo del esprint ha tenido matices diferentes. Lección aprendida. En esta ocasión, Van Aert ha dejado a Alpecin-Deceuninck comandar la llegada para sorprender desde atrás. Ha medido su distancia y ha anticipado a falta de 200 metros secando cualquier opción de avance por parte de un Kaden Groves que se ha quedado encerrado en el interior sin capacidad de respuesta por el carril central.
“Ha sido el esprint perfecto”, admitía el belga. “Mi plan era usar mi fuerza y lanzarme temprano. Estaba repleto de confianza”. Así ha llegado la primera victoria de Van Aert en La Vuelta, pero con la sensación de que no será la última. La carrera se despide de Portugal y se adentra en territorio español con el primer final en alto en Pico Villuercas.