Hace poco más de un año le pasó algo parecido. Matteo Jorgenson estuvo escapado 181 km en la etapa que terminaba el lunar Puy de Dôme, esa carretera en forma de caracol, sin árboles, y sin público, que sube hasta los 1.412 m en el Macizo Central (12,6 km al 7,8%). Empezó el puerto en solitario y cuando afrontaba ya la parte final de este coloso interior, el canadiense Michael Woods, que había saltado del pelotón 3 km antes lo cazó a falta que 400 metros para la linea de meta. Fue un duro golpe para el americano, que acarició su primera victoria en una etapa de Tour. "No tenía referencias porque la radio no funcionaba —explicaba Jorgenson entonces—. Cuando quedaba 1km yo ya estaba vacío y cuando apareció Woods, yo estaba vacío y ya no pude hacer nada".
En la subida a Isola 2000, la cima más alta de este Tour de Francia 2024, con 2022 m, el americano del Visma Lease a Bike se quedó de nuevo a las puertas de la victoria. De nuevo en una gran montaña, de nuevo en un escenario lunar, sin árboles, en solitario y tras una escapada larguísima. Esta vez de 141 km, casi toda la etapa. Cuando quedaban menos de 2 kilómetros para el final, un bólido amarillo lo pasó y no pudo ni refugiarse en su rebufo durante unos segundos. Era Tadej Pogacar, que se dirigía a conseguir, sin perdón, su cuarto triunfo de etapa y sentenciar así este Tour de Francia. Jorgenson entró en segunda posición 21 segundos después. "Estoy decepcionado, no puedo decir nada más ahora mismo... —comentaba el americano en medio de un mar de micrófonos justo cruzar la meta—. Tengo la sensación de que el Tour y yo no nos llevamos bien cuando se llegan estos momentos en los que la meta se ve tan cerca...".
Durante ese misma entrevista furtiva, Jorgenson también confirmó los motivos por los que tanto él como Wilco Kelderman se habían metido en la fuga del día ya desde el pistoletazo de salida. La idea era estar ahí para un posible ataque de Jona Vingegaard más tarde, pero... "Por la radio recibimos la orden de cambiar al plan B y luchar por el triunfo de etapa. Inmediatamente, y sin decir nada, Wilco empezó a trabajar para mí para que pudiera ganar, porque yo era el que mejores pierdas tenía. La verdad es que le tengo que agradecer todo, porque también fue clave para mi cuando gané la París Niza". ¿Te sorprendió ver a Pogacar venir por detrás tan rápido?, le preguntó otro periodista. "No, para nada. Ya no me sorprende nada de Tadej", respondió Jorgenson con cara de circunstancias. La suya, escondida tras las gafas de sol, era sin duda la cara de muchos en esta decimonovena etapa. La de Vingegaard, sin embargo, era un mar incontrolable de empociones. Sus lágrimas en meta eran fruto de una mezcla de tristeza por no haber podido cumplir con el plan A del equipo y asaltar al reino del esloveno, y de alegría desbordada por haber sido capaz, después del accidente en la Itzulia, de volver a tener ese nivel, el nivel de un aspirante al Tour. Subirá al podio de Niza, un premio inesperado y merecido.