El 24 de septiembre de 1999 —hoy hace diecinueve años—, el genial Frank Vandenbroucke ganó la etapa de la Vuelta a España en Ávila. En el último número de VOLATA revivimos aquella lección magistral. Este el el texto que le dedicó Franc Lluís:
Mikel Zarrabeitia recuerda el día en que el ciclista belga le birló, a todo trapo, una etapa de la Vuelta ciclista a España en los adoquines de la rampa de las murallas de Ávila
"Oí jaleo por detrás. Tenía claro que alguien arrancaría tarde o temprano y hubiera apostado por Vandenbroucke porqué andaba muy fuerte. Me alcanzó. Era él. Se medio paró, me miró, bajó piñones y adiós. Me levantó todas las pegatinas de la bici". Su siguiente contacto ya fue en meta, con la felicitación del vasco al belga. Así recuerda Mikel Zarrabeitia la subida de adoquines de Ávila. La rampa donde terminaba la vigésima etapa de la Vuelta ciclista a España del 99. El día de la exhibición de Frank Vandenbroucke en Navalmoral. El 24 de septiembre en que el belga dinamitó la etapa, hizo añicos a sus rivales en un puerto de media montaña y casi los esperó para lucirse en la rampa final. A lo campeón.
Con su pelo teñido, con sus gafas, "con su mirada desafiante", espeta Zarrabeitia, que también lució durante años una de las melenas más envidiadas del pelotón. Esa etapa pasó a la historia para él como otro segundo puesto en su carrera. Y terminó retirándose sin ninguna victoria en una de las tres grandes. "La verdad es que estoy contento con mi carrera, hice lo que pude, pero sí que me quedó la espina clavada por no poder conseguir ninguna etapa en la Vuelta, el Giro o el Tour".
En la ronda española, donde cosechó sus mejores actuaciones, sus logros fueron el segundo puesto de la general en el 94 (tras Rominger) y poder vestirse de oro en una etapa del 2002 (en esa época, el mallot de líder era de ese... color). La etapa de Ávila del 99 no la cuenta entre una de sus decepciones. "Estaba muy claro que Vandenbroucke era el más fuerte. Andaba a todo trapo. Se le veía cada día. Yo incluso creo que mejor que Ullrich". El alemán se proclamó campeón en Madrid al cabo de dos días, pero el belga ya había escrito una página de oro en la historia del ciclismo mundial. "No tenía ninguna duda de que era el gran favorito en Ávila, ¡incluso me hubiera jugado mi propio dinero por él! Iba fenómeno y nadie podía hacerle sombra". Mil novecientos noventa y nueve fue su año. No hay duda. El de la consagración con una Lieja-Bastogne-Lieja, un podio en Roubaix, dos etapas en la última semana de la Vuelta y un séptimo puesto en el Mundial de Verona sin poder levantarse de la bici por una lesión en la muñeca. Caviar al alcance de muy pocos.
Para Zarrabeitia "se trataba de un talento de esos puros, que a la vez convive con un carácter muy particular. No era un tío fácil, un compañero de esos con los que te cruzas desayunando o en carrera y haces broma". Para nada. Vandenbrocuke comía a parte: "recuerdo que a nosotros, los que no éramos belgas o de su equipo, ni nos hablaba". Un genio, cuyas gestas se pueden recuperar porqué tristamente él ya no las puede contar. Rescaten la etapa de Ávila del 99. Ahora mismo. Merece la pena. Así recordaran también al malogrado Pedro González. Y verán a Vandenbroucke el día en que se exhibió sobre los adoquines de la rampa de las murallas. Dejando clavado a Zarrabeitia. Desafiándolo con la mirada y celebrando la etapa, en plan sobrado, a 1 km de meta.