Marcha triunfal en honor del ganador, pero también homenaje a todos los supervivientes de la carrera. En las últimas vueltas a los Champs-Élysées la competitividad reaparecerá con fuerza y veremos una resolución al sprint… si no hay sorpresa.
Apuesta conservadora: André Greipel.
Apuesta arriesgada: Peter Sagan… sorprendiendo antes del sprint.
París es una y mil cosas, de las más tópicas y cursis a las más exquisitas, de las más idealizadas a las más prosaicas. Fue una inmensa playa bajo los adoquines y hervidero de muchas revoluciones, es campo de batalla recurrente de múltiples desigualdades y escenario de demasiados terrores y sinsentidos contemporáneos. París es esa ciudad que se despierta a las cinco de la mañana en la canción de Jacques Dutronc y que parece que no duerme según un puñado más; también es la caja de resonancia de algunas de las películas preferidas de quien les escribe y el cliché pegajoso de muchísimas otras. París no se acaba nunca, como bien sabía Hemingway y nos recordó Vila-Matas, y también es un pozo sin fin para el ciclismo, para el Tour de Francia, alfa y omega histórico de una carrera que sacude la ciudad un domingo de finales de julio. Al día siguiente, la prueba se retira a sus cuarteles de invierno a cocinar la próxima edición y la ciudad se sume en su letargo estival, se convierte en una urbe sin apenas parisinos y tomada por los turistas. |