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'Todavía no he tenido pelotas de volver a La Rochette', Joseba Beloki

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Franc Lluis Giró | 20 Jul 2015

'Todavía no he tenido pelotas de volver a La Rochette', Joseba Beloki

'Todavía no he tenido pelotas de volver a La Rochette', Joseba Beloki

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Novena etapa del Tour de Francia del 2003, entre Bourg d'Oisans y Gap (184,5 km). Último puerto de la etapa: La Rochette. Joseba Beloki no había atacado nunca antes en un descenso. De hecho, cuando la pendiente picaba hacia abajo, el vasco se contaba entre los malos del pelotón o, digamos, de los menos buenos. Siempre con un exceso de precaución. “A mis compañeros les costaba muchísimo llevarme en carrera, ya que me perdía por el pelotón. No aguantaba la presión del codo a codo, del manillar con manillar.”

La carrera venía cortada, Alex Zülle les sacaba 30 segundos y Beloki y Armstrong andaban lanzados a su caza y captura. Lance llevaba días respondiendo a todos los ataques en subida; a todos, y fueron muchos: en Alpe d’Huez y en el Mont Ventoux. “Veníamos de dos días del todo inusuales, con un ataque en tromba a Lance Armstrong como nunca antes se había producido. Mentalmente había llegado al Tour de una forma muy diferente a como lo había hecho otros años. Realmente pensaba que podía ganarlo, y con ese objetivo planteaba la etapa cada día. Este año sí. Habíamos hipotecado todos los objetivos de la temporada para ser agresivos. Ya tenía un segundo puesto; también dos terceros. Me daba igual la clasificación final. Iba a ganar ese Tour.” Y el año en el que Joseba Beloki se plantó en las carreteras francesas con más confianza que nunca fue el mismo en el que se atrevió por primera vez a tirarse para abajo. Pero la carretera estaba mal. “El asfalto no era muy bueno. Dos curvas antes ya había tenido un susto con la rueda.” Pero hacía falta velocidad. Era su Tour, su año, el tren que solo pasa una vez.


“Entré en la curva primero, pero demasiado rápido por cómo estaba el asfalto.” De repente el trazado se cerraba, la curva mandaba un giro que Joseba no completó. “Toqué el freno y se me fue la bicicleta. Simplemente ocurrió. Intenté rectificar y volé.” La bici dio un bote, se fue para un lado, y allí el ciclista empezó a volar para ir a dar con ese asfalto que no era demasiado bueno. El tubular se salió, reventó en el aire. “Oí la explosión del tubular, la voz de José Azevedo… Recuerdo la cara de Haimar Zubeldia.” La cabeza, conectada todavía a la carrera, le mandaba levantarse y seguir, pedalear, terminar la bajada y completar la etapa de su Tour. “Mi primer pensamiento en ese momento es que me tengo que levantar. Yo me tengo que poner de pie, coger la bici y seguir. Pero cuando lo intento me doy cuenta de que no puedo separar las piernas.” No podía moverse; no le respondían los abductores. “Ahí me asusto y es cuando empieza el dolor, un dolor terrible en la espalda y el costado. Yo quería separar las piernas para ponerme de pie, pero no podía separarlas. No podía girarme. Me asusté mucho. El dolor aumentaba y no podía mover las piernas. Tenía un muslo contra el otro sin poder girarlos. Pensé lo peor.”

La voz de José Azevedo, su compañero portugués en el equipo de la ONCE sigue siendo el audio que acompaña esas imágenes de su cabeza. “Él me intentaba tranquilizar. Yo le preguntaba: ¿Por qué?, ¿por qué? En esos momentos José era como mi padre o mi madre. Me dolía menos porque él estaba ahí conmigo.” Sebas Pozo, su masajista de confianza, también vitoriano, no tardó mucho en llegar. Iba en el segundo coche del equipo, en cabeza de carrera. “Yo insistía en que me pusieran de pie. Lo consiguieron, pero enseguida me di cuenta de que tenía una pierna más corta que la otra. Y allí me di cuenta de que todo se había terminado.” Beloki lloraba: tenía fracturas en el fémur, la muñeca y el codo derecho. Había perdido el Tour, su Tour, en un campo de La Rochette, cerca de Gap, en los majestuosos Alpes.

“Era un escenario de mucho valor. Venía de tres años seguidos de podio en el Tour y ese año había cambiado la mentalidad. Iba a disputar la carrera. Y de repente, ¡plaf!, al suelo.” Las expectativas eran altas. Se trataba de romper una hegemonía. “Mi entorno se había ilusionado y yo también. Mi padre ha estado fastidiado muchos años. Él no estaba preparado para eso, para tantas preguntas, tantos comentarios de la gente en la calle, entrevistas y reportajes. Mi familia lo ha pasado mal. El mes de julio en casa es siempre un poco triste desde mi caída.”

* Artículo publicado en VOLATA#2 (octubre 2014). Puedes adquir la revista a través de nuestra tienda online o en cualquiera de nuestros puntos de venta.;.