Navarra es una tierra llena de contrastes, donde los paisajes más áridos se combinan con los bosques más frondosos, y las huellas de la historia se entrelazan con los caminos que recorren los ciclistas. Quizás el bikepacking o el gravel no sean dos modalidades que uno asocie inmediatamente con el terreno de entrenamiento de corredores como Miguel Indurain, pero, cuando descubrimos que el 30% del territorio navarro está ocupado por zonas montañosas —con muchas cimas, sobre todo en los Pirineos, por encima de los 2.000 m— y parques naturales, se nos presenta ante los ojos un terreno por explorar, con mucho potencial para el ciclismo alejado del asfalto.
Os proponemos un viaje en bicicleta en cuatro etapas, que va desde Tudela hasta Pamplona, atravesando Navarra de sur a norte. Se trata de un recorrido que sigue, en parte, una ruta que rememora las antiguas sendas de trashumancia utilizadas por los pastores de la región, especialmente en la zona del Valle del Roncal. Estos caminos naturales, aún transitados por pastores y rebaños, son un patrimonio navarro muy preciado y un recurso lleno de historia y diversidad de paisajes para el ciclismo. En total, 324 km con más de 4.000 m de desnivel positivo acumulado, que permiten descubrir varias caras de Navarra y, además, conectar con la pasión ciclista que históricamente se ha vivido aquí: casa de muchos ciclistas profesionales, equipos (como Movistar Team, Kern Pharma y Caja Rural – RGA Seguros) y clubes de base.
Aunque la ruta puede realizarse en cualquier época del año, la primavera es la más recomendable por las condiciones meteorológicas. El otoño, aunque ofrece un paisaje espectacular lleno de contrastes cromáticos, puede complicarse debido a las lluvias y al barro, lo que dificulta el pedaleo en algunas zonas, sobre todo en los tramos más montañosos. A pesar de que la ruta transita por algunas zonas casi deshabitadas, es relativamente fácil encontrar una pensión, hostal o camping donde pasar la noche, como alternativa al vivac.
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Primeros kilómetros por el desierto
Empezamos la ruta en Tudela, ciudad de la comarca de La Ribera de casi 38.000 habitantes. Dispone de estación de tren, con líneas regionales, lo que la convierte en un punto estratégico para acceder a Navarra por la zona sur y desde ahí adentrarse en la zona desértica de las Bardenas Reales, una Reserva Natural protegida de 39.273 hectáreas, que en el año 2000 fue declarada también Reserva de la Biosfera.
Iniciamos nuestra ruta siguiendo el camino paralelo al río Ebro en dirección norte. Estos primeros kilómetros no presentan demasiada dificultad, aunque el terreno siempre va picando ligeramente hacia arriba. Es aquí donde vemos algunas zonas de cultivos y huertas, por lo que Tudela es conocida. Si tenéis tiempo, podéis llegar el día antes y disfrutar de una buena menestra, unos espárragos, unas alcachofas y, cómo no, cogollos.
A partir de aquí nos adentramos en una carretera que nos conducirá directamente hacia el interior de las Bardenas Reales y su paisaje árido, con colinas de arcilla que parecen sacadas de otro planeta. Sumergirse en este paisaje tan extremo, en el que parece que uno está pedaleando en terreno lunar, es toda una experiencia y vale la pena detenerse a observar los monolitos y montículos erosionados por el viento y el agua que se encuentran a nuestro alrededor. Eso sí, al ser una zona protegida, es recomendable mantenerse sobre las pistas marcadas para el tránsito de vehículos y senderistas. Dependiendo del día, es posible que sople el viento —el temido Bierzo—, que puede resultar algo molesto, pero forma parte del encanto.
Tras 43 kilómetros de desierto, seguimos dirección norte hacia Carcastillo para luego dirigirnos a Sangüesa, casi imitando el cauce del río Aragón. El terreno árido se va transformando conforme avanzamos hacia el norte y aquí ya empezamos a oler montañas, con pistas que serpentean entre los campos y pequeños bosques, lo que también ofrece una visión del camino de trashumancia que conectaba las zonas altas de los Pirineos con las bajas de La Ribera. Cuando nos acercamos a Gallipienzo Antiguo (km 91), hay una pequeña ascensión que nos permite observar a lo lejos el pueblo y un magnífico puente románico que cruza el río. De hecho, en toda esta zona hasta llegar a Sangüesa, fin de la primera etapa, se percibe el paso de la historia, pues fueron testigo de batallas entre el Reino de Navarra y la Corona de Aragón en la Edad Media.
Hacia los confines de Navarra
En esta segunda jornada, el cambio de paisaje es palpable. Los campos se transforman en colinas más verdes, mientras el Pirineo Navarro empieza a mostrar su silueta a lo lejos. Hasta llegar a la Selva de Irati, en la parte más septentrional del recorrido, uno de los bosques más grandes y mejor conservados de Europa, estaremos rodando por un terreno a modo de transición, donde hay algunas pequeñas emboscadas. La primera, a 10 km de Sangüesa, en Lumbier, ya siguiendo el río Irati.
Quizás sea esta una de las zonas más bonitas de la ruta, por ser un terreno en el que se cruzan varias foces de ríos. Primero recorremos la pista por la foz de Lumbier, justo al lado del río Irati, en medio de barrancos y grandes conjuntos rocosos. Este camino, muy usado también por senderistas y ciclistas de montaña, fue empleado anteriormente por el ferrocarril de Irati y actualmente se ha convertido en vía verde. La segunda foz que nos encontramos en el camino es la de Arbaiun. La aproximación hacia su parte sur es la más agreste del recorrido, incluso teniendo que portear nuestra bici durante unos metros, aunque es un tramo corto y merece la pena el esfuerzo.
Conectamos entonces con la carretera NA-178 en dirección a Navascués, que nos perrmite adentrarnos poco a poco en la Sierra de Leyre. El terreno aquí ya empieza a ser más exigente y tendremos que subir piñones. Llegan las primeras cotas serias: el Cerro de las Casetas, a 689 m, y el Alto de Iso y el mirador del mismo nombre, desde donde puede observarse desde arriba la inmensidad de la foz de Arbaiun por la que hemos pasado antes, otro de los puntos más espectaculares a nivel paisajístico.
Tras una breve bajada, emprendemos la subida a Bigüezal y Castillonuevo, una zona comprendida entre las Sierras de Leire e Illón, y que podemos catalogar como una de las más recónditas de Navarra y despobladas, con menos de 2 habitantes por km². Hemos llegado a los confines de Navarra y eso puede percibirse en el entorno.
Una vez superado una zona irregular, el núcleo urbano de Salvatierra de Esca marca un cambio de rumbo en nuestra ruta. Tomamos la carretera de Burgui, que nos conduce hacia el interior del Valle del Roncal atravesando la Foz de Burgui, siempre en falso llano hacia arriba, pero con algunos momentos de descanso. A medida que ascendemos hacia Isaba, nuestra condición física será puesta a prueba, porque ya estamos al final de la segunda jornada de pedaleo y empiezan a pesar los kilómetros en las piernas.
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En el km 164, llegamos a Isaba, donde sí hay algunos establecimientos con servicios para ciclistas, aunque las opciones siguen siendo limitadas, por lo que es importante llevar repuestos y herramientas. Isaba es una localidad muy pintoresca, típica del Pirineo navarro, y lugar de paso de senderistas y amantes de los deportes de invierno. Es hora de reponer fuerzas, porque la tercera etapa es la más exigente. ¿Ideas? Del Valle de Roncal son conocidos sus quesos con Denominación de Origen. Ahí lo dejamos.
La imponente Selva de Irati
Salimos a primera hora de la mañana en una jornada que será larga: nos esperan 87 km con 1.850 m de desnivel positivo acumulado. Nos aguarda la majestuosa Selva de Irati. Eso sí, el terreno es muy ciclable, con una mezcla de pistas de grava y tramos asfaltados o hormigonados, lo que facilita disfrutar del entorno y de los paisajes.
Justo al emprender la ruta desde Isaba, cruzamos el pueblo por su calle principal, pasamos el puente de Ezka a la izquierda y nos incorporamos a la NA-140, la carretera de los Valles Orientales de Navarra. Esta pequeña carretera comarcal será la espina dorsal de la primera parte de esta etapa, en la que iremos cruzando pequeños pueblos como Uztarroze (km 169), que nos permiten conectar nuevamente con la civilización en una zona donde la sensación de inmersión es fascinante. La NA-140 nos lleva hasta el Alto de Laza, de 1.129 m, el segundo punto más alto de nuestra aventura navarra. Allí dejamos el asfalto para tomar una pista a la izquierda. Comienza el descenso a través de una pista de grava de unos 10 km, que pondrá a prueba nuestra técnica de pilotaje. No hay ningún tramo realmente peligroso, pero hay que ir con cuidado, ya que en algunos puntos la pendiente alcanza el 13%.
Al final del largo descenso nos espera Otsagabia, donde se unen los ríos Anduña y Zatoia. Este pintoresco pueblo, situado entre barrancos y cauces fluviales, es un buen lugar para hacer una parada técnica y disfrutar de la gastronomía local. La oferta gastronómica es muy variada y, si se quisiera alargar el bikepacking un día más, hay numerosos hospedajes y casas rurales disponibles, aunque es recomendable reservar con antelación debido a la alta demanda.
En Otsagabia tomamos la carretera NA-2012, paralela al río Zatoia, que nos conduce directamente al puerto de Tapla, una ascensión de unos 5 km que pueden resultar duros en algunos tramos con pendientes del 8%. A medida que vamos avanzando, observamos cómo la vegetación cambia: poco a poco los árboles van desapareciendo, dando paso a grandes claros y prados donde pastan manadas de caballos. Cuando lleguemos a la cima, en el Mirador de Tapla (1.369 m), los árboles habrán desaparecido por completo. Este puerto es el peaje a pagar para adentrarnos de lleno en la Selva de Irati.
Llegamos a las Casas de Irati (km 216), uno de los centros de referencia de la Selva de Irati, donde encontramos un punto de información muy útil. Atravesamos la zona de aparcamiento y seguimos por un sendero junto al río, que serpentea entre árboles y nos lleva hasta el embalse de Irabia, del cual recorremos el perímetro de su zona norte. Después de enlazar dos puertos y dos descensos exigentes, este tramo tan bucólico y de fácil pedaleo es un verdadero regalo.
Pero pronto hay que volver a apretar los dientes en algunas cuestas, como en la que sube hasta las ruinas de lo que fue la Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta (km 237), donde vale la pena hacer una pequeña parada para observar los restos de lo que fue un complejo industrial pionero en el siglo XVIII.
Cuando retomamos el pedaleo, nos volvemos a sumergir en ese terreno sube y baja, pero el buen estado del camino facilita la travesía. De hecho, desde el enclave de la Fábrica hasta Orreaga y Auritz (Burguete), la ruta coincide con el recorrido de la Eurovelo 3, lo que nos permite casi olvidarnos del track y dejarnos llevar, disfrutando de esta parte baja de los Pirineos Navarros, hasta llegar a Auritz, donde nos espera un merecido descanso al final de nuestra tercera etapa.
La cara B de Pamplona
Último día de nuestra aventura. Nos quedan 83 km hasta llegar a Pamplona, ahora siempre en dirección sur y dejando atrás los Pirineos. Esto convierte esta última jornada en algo más rodadora y sin grandes dificultades montañosas. La pista de la Eurovelo 3 será nuevamente nuestra referencia principal, y los 20 primeros kilómetros hasta el Embalse de Itoiz, en la población de Nagore, serán de puro disfrute. El contraste de paisajes con lo que hemos visto anteriormente es fascinante: de los frondosos bosques de Irati a los valles más abiertos y verdes, con zonas de cultivos de cereales y pastos, a medida que nos acercamos a la comarca de la Cuenca de Pamplona.
Cuando llegamos a la cola del embalse de Itoiz, por la zona de la Playa de Arce, nos recibe el antiguo Palacio de Arce, cuyos cimientos datan del siglo XVI. La zona tiene un encanto muy particular e invita a relatizar el ritmo. Cruzamos hacia Nagore por el tramo de la presa, lo que nos permite vislumbrar el resto del embalse, que casi llega hasta Aoiz, núcleo urbano al que llegamos por un terreno rompepiernas que deja de lado el embalse. Posteriormente, proseguimos hasta Urroz-Villa (km 292) por un tramo que vuelve a coincidir con la Eurovelo 3. Allí tomamos la NA-234 hasta conectar con el paseo fluvial del río Elorz. Eso nos permite ir entrando progresivamente en la zona metropolitana de la capital navarra casi por la "puerta de atrás", entre campos, árboles y carriles bici que nos conducirán hasta el centro, final de nuestro viaje por tierras navarras.
Aunque no podemos dar por terminada la aventura sin degustar algunas de las delicias locales, como el pintxo de txistorra acompañado de un buen vino local en algunos de los bares del casco antiguo de Pamplona. Es el final perfecto para una travesía llena de contrastes con un rico componente histórico y paisajístico.
*Reportaje realizado con el apoyo de Turismo de Navarra y la colaboración de MMR, Tactic, XLC y Sidi. Próximamente podréis leer el reportaje al completo en VOLATA#44.