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Como la primera vez

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Laura Meseguer | 04 Jul 2024

Como la primera vez

Como la primera vez

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Para los que somos padres resulta una delicia ver el mundo a través de los ojos de nuestros hijos mientras lo descubren. Lo cotidiano es para ellos una jornada repleta de primeras veces. Probar el sabor del melocotón, ¡o el del chocolate!, observar el largo camino de una laboriosa hormiga en busca de comida, saltar en los charcos formados por la lluvia, descubrir los molinos de viento, un bichobola, un camión grúa, una obra en plena calle, la nieve, los piñoñes que caen de las piñas que a su vez caen de los pinos, los barcos del puerto, los aviones de papel, el agua del mar…

Piensen por un momento en que pudiésemos hacer borrón y volver a vivir ciertas experiencias por primera vez. Yo me acurrucaría en el pecho de mi madre, me tomaría un helado de pistacho, formaría un séquito de escarabajos rinocerontes en pleno verano levantino, olería las manos de mi padre y acariciaría su barba, viajaría en avión, bailaría en cuanto mis piernas hubiesen aprendido a caminar, sostendría a mis dos hijos en brazos en su primer segundo de vida y observaría la inmensa higuera en el hermoso patio de mi abuela, cobijada bajo su sombra.

En todo ello pensaba cuando vi alzar los brazos a Mark Cavendish en la meta del pasado Tour de Francia en Fougères, donde había ganado en 2015 ¡Qué oportunidad volver a vivir una experiencia semejante cuando ya la daba totalmente por perdida!, pensé. Semanas antes del Tour, antes de conocerse que formaría parte del ocho del Deceuninck-Quickstep, se había reavivado en la prensa la posibilidad de que Cavendish, con 30 victorias en la gran ronda francsesa, pudiese convertirse en el ciclista con mayor número de triunfos en la carrera, superandoel récord de Eddy Merckx con 34. No se habló de otra cosa en toda la carrera, mientras el británico pedía otro punto de vista: “El Tour es la carrera que me ha hecho grande como corredor. Esta carrera te cambia la vida. La gente se olvida de lo difícil que es ganar, especialmente aquí. No me preguntéis por el récord y dejadme disfrutar de lo que he vuelto a conseguir”. Habían pasado cinco años de su última victoria en el Tour y una temporada muy difícil entre medias. Tan solo unos meses antes, en octubre y tras la clásica Gante-Wevelgem, recolocada en el calendario por la pandemia, las cámaras sorprendían a Cavendish con lágrimas en los ojos y apenas capaz de articular palabras: “Esta puede haber sido mi última carrera como profesional”, alcanzó a decir antes de marcharse.

Tendemos a valorar el éxito por su cantidad y no por el sacrificio desempeñado en el camino. El gran mérito del británico no es haber igualado el número de victorias de Merckx, sino haber sido capaz de superar la adversidad para llegar a un gran nivel de nuevo con treinta y seis años, para ser seleccionado para correr el Tour de Francia, y haber logrado al menos una de esas cuatro victorias. Los números finales, con cuatro victorias y el maillot verde en París, son un premio ni tan siquiera soñado en aquella meta lluviosa de la Gante-Wevelgem de 2020.

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En el último par de años, siento que en el ciclismo va todo demasiado deprisa. Comenzó con el auge de la presente generación colombiana, repleta de talento. Entonces todos los equipos querían contar con el próximo gran ciclista colombiano en sus filas. Se invirtió en ojeadores, en equipos satélite, todo con tal de que no se les escapase la siguiente perla del ciclismo mundial. De un par de años a esta parte, la profesionalización del campo amateur ha dado entre sus frutos a jóvenes corredores capaces de aspirar a todo. El resultado de todo esto es que, ahora, existe una ansiedad por tener al mejor ciclista del panorama sub23; además de acumular a los mejores corredores del mercado, aunque muchos de ellos se queden en el banquillo para las grandes vueltas (al menos así no forman parte de los equipos rivales y no son por tanto competencia) y por extender los contratos de las estrellas más allá de lo que uno es capaz de proyectar su propia vida.

Hay una urgencia por ganar y, en detrimento de la mayoría de los equipos, solo se consigue poniendo el dinero sobre la mesa. En el Tour de Francia cuatro de los veintitrés equipos participantes se llevaron 15 victorias. En el ránking anual de triunfos, ocho equipos están muy por encima del resto: Deceuninck-Quickstep, Ineos-Grenadiers, Jumbo-Visma, UAE Team Emirates, Bora-Hansgrohe, Alpecin-Fenix, Bahrain-Victorius y Groupama FDJ. La brecha entre unos equipos y otros es enorme, y por lo que se adivina del mercado de fichajes, más lo va a ser.

Que el ciclismo es un negocio, claro está y siempre lo ha sido, pero ahora es voraz y tremendamente competitivo desde el primer día hasta el último. En ocasiones no alcanza el tiempo ni tan siquiera para valorar las victorias. En el pasado Tour, en Châteauroux, Cavendish revivió su primera victoria en el Tour de Francia. Fue un 8 de julio de 2008 cuando el joven británico se llevó las manos a la cabeza al verse ganador en la meta que le cambiaría la vida. En 2011, rebosante de éxito, volvió a ganar en aquel mismo lugar. Humilde, veterano y más sabio, sumó allí una nueva victoria en 2021 a un palmarés que creía cerrado para siempre.

Ante tanta prisa, yo me refugio en la mirada de mis hijos. No les apuro en el paseo de vuelta a casa, sino que procuro volver a descubrir el mundo a través de sus ojos. Quizás así encuentre mi propio Châteauroux, el lugar donde volver a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida como si fuese la primera vez.

Artículo publicado originalmente en VOLATA#29. Consíguelo en nuestra tienda online.