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Markel Irizar: 'Solo pedí retirarme en alguna de las carreras de casa'

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Texto: Odei Gil | Fotografía: Javier Martínez de la Puente | 09 Jan 2020

Markel Irizar: 'Solo pedí retirarme en alguna de las carreras de casa'

Markel Irizar: 'Solo pedí retirarme en alguna de las carreras de casa'

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El pasado 3 de agosto, la Clásica de San Sebastián vivió una bonita y emotiva despedida. No se homenajeaba tanto una trayectoria como ciclista, sino una forma de ver, sentir y afrontar la vida: ser "Bizipoz", que en euskera significa “la alegría de vivir”. Markel Irizar, profesional entre 2004 y 2019, nos confiesa no tener tiempo libre en su nueva vida, en la que intenta compaginar la familia y la dirección de su cafetería Bizipoz, con otras labores de mánager y de búsqueda de jóvenes talentos para su antiguo equipo, el Trek-Segafredo. Ah, y también su pasión por las autocaravanas.

Entrevista publicada en VOLATA#21

¿Quién dirías que lleva mejor este cambio de vida?
Los que mejor, los hijos. Para mí ha sido como un proceso de adaptación o aprendizaje. Psicológicamente lo he llevado mucho mejor de lo que me esperaba, de hecho, no estoy echando en falta la competición o el hecho de ser ciclista profesional. Lo que sí echo de menos, aunque parezca mentira, es tener más tiempo para mí. Parece que cuando dejas la bici deberías tener más tiempo, pero echo mucho en falta el tener esas tres o cuatro horas para uno mismo, para hacer deporte.

Entonces, ¿no tienes mucho tiempo libre?
No. Cero. Básicamente, mi día es: Me levanto con mis hijos a las 07:00, van a la ikastola y, luego, intento siempre tomar un café con mi mujer antes de que ella se vaya a trabajar. Así podemos hablar un poco, porque casi no tenemos tiempo ni para eso —risas—. Después, normalmente, voy a Bizipoz, mi cafetería. Suelo estar allí hasta la 13:00 más o menos, vengo a casa, como con los chavales y, a eso de las 14:00 procuro sacar un hueco para mí, ya sea para ir a dar un paseo o para salir con la bici. Generalmente me gusta salir a andar en bici pero, a veces, si hace malo, lo cambio por correr. Sin ir más lejos, el otro día me dio la “chavetada padre” por ver cuántos kilómetros era capaz de hacer en una hora corriendo, y ahora tengo unas ampollas que casi no me puedo ni mover. Por lo demás, las tardes las suelo aprovechar para estar con los chavales, llevarles y recogerles de las actividades extraescolares y, entre que haces la cena, comes y demás, al final no te queda ni un rato libre.

Si te pregunto sobre qué entiendes más, si de autocaravanas, de bicicletas o de café, ¿qué me dirías?
Autocaravanas lo que más, sin duda. Autocaravanas, luego bicicletas y, por último, el tema del café. Soy un loco de estas dos cosas: las autocaravanas y esquiar. De hecho, acabo de hacer un pedido de ropa de montaña, que la marca que lo ha recibido se preguntará: “Pero este se va al Everest, ¿o qué?”

¡Autocaravanas!
Cuando competía, normalmente después de la París-Roubaix, solía parar una semana y nos íbamos toda la familia a nuestra casa de Jaca. Muchas veces, por las mañanas, Alaitz —su mujer—, se llevaba a los tres críos a Formigal en coche, y yo les seguía en bici. Hacía mis dos o tres horitas, llegaba, metía la bicicleta en la “furgo”, y me iba quedando con los hijos, según se cansaban de esquiar. Cuando tuve cáncer, fui con un catálogo de “autocas” a la operación y le prometí a mi mujer que, si no cascaba de cáncer, nos íbamos a comprar una. En 2016, me vino Alaitz y me dijo: “Me lo prometiste, nos tenemos que comprar una”. De no haber sido por eso, muy probablemente, a día de hoy seguiría sin comprarme la autocaravana por aquello que dices, más tarde, más tarde. Pero no, fuimos a Barcelona, a la feria, y pim-pam. Yo siempre digo que lo más importante en la vida es: familia, tiempo, salud y autocaravana. El resto importa una m… —risas.

Compartes pasión con Juan Antonio Flecha.
Sí, de hecho, somos muy amigos. Alguna vez hemos hablado del tema porque hubo una época en la que él tenía un Porche. Pero los dos coincidimos en que lo que te da una autocaravana, no te lo da nada. Otro que es muy de mi rollo es Iván Cortina. De hecho, aquí en el País Vasco, parece que, si no tienes una furgoneta o autocaravana, no has hecho la Behobia, no te gusta la montaña o no sigues a Kilian Jornet, eres un loser. Como anécdota, te diré que una vez le preguntaron a mi hijo en la ikastola qué tiempo había hecho su padre en la Behobia y, claro, él decía: “No, mi padre no ha hecho ninguna Behobia”. Entonces le preguntaron por el tiempo en la Quebranta, “No, tampoco la ha hecho”. Y Siguieron con que habría hecho un ironman o corrido las tres grandes, “No”, o la Maratón de Aizkorri, “Tampoco”. Entonces claro, mi hijo se sintió un poco acorralado, y dijo: “Bah, pero tenemos una California” —risas—. Y parece que ahora con eso ya le aceptan.

Volviendo al tema del ciclismo, ¿cuándo supiste que era hora de dejarlo?
Fue en 2018, cuando Luca Guercilena me dijo que Trek buscaba rejuvenecer un poco la plantilla y que como a Grégory Rast y mí se nos acababa el contrato, a ver qué me parecía dejarlo y centrarme en otras labores. Me pilló un poco por sorpresa, y le dije que todavía no me veía preparado para ello. Le pedí un año para hacerme a la idea, reubicarme y despedirme en condiciones. A lo que me respondió que no había problema. Rast, por ejemplo, aceptó y se quedó como director. Yo solo les pedí una cosa: que me dieran la oportunidad de retirarme en alguna de las carreras de casa, Vuelta al País Vasco o Donosti. De esa forma he tenido un año para mascarlo.

Un tiempo razonable.
De todos modos, tampoco soy yo de darle muchas vueltas a las cosas. Creo que he tenido una despedida superbonita y ya está. Ahora lo único en lo que pienso es en entrar a las 15:00 a trabajar en la cafetería, y estar allí hasta el cierre. Que estoy sustituyendo a una compañera, y como no tengo su práctica con el tema de los cafés, lo que más haré será recoger y fregar.
El otro día leí a Luis Pasamomentes, que hacía una reflexión sobre los ciclistas cuando dejan la bici. Decía que, en la mayoría de los casos, no saben ni qué hacer, ni qué poner en la descripción en Twitter; escriben “exciclista” y cosas así. A mí no me gusta eso y ahora lo que tengo puesto es: “Alguien que intenta disfrutar de cada minuto de su vida”. No pienso mucho en el pasado, porque tengo muchos planes en mente para hacer en mi “vida normal”.

Hay ciclistas que no acaban de encontrar un sitio tras haber colgado la bici… ¿Os ayudan de alguna forma desde los equipos en ese proceso?
Yo al final he sido un mindundi. Si hubiera sido un crack, probablemente la hostia habría sido mayor. Antes, trabajo y soltar adrenalina o tener momentos para uno mismo, iban de la mano. Ahora es al revés, tienes que buscar huecos para poder hacerlo y es quizás esa ausencia lo que hace que uno no esté alineado consigo mismo. Cuando no encuentro esos huecos, noto que estoy como de más mal humor, más irascible. Pero ahora, por ejemplo, tengo que ir a Sicilia a la concentración del equipo y, los huecos en los que no tenga nada que hacer, me los pasaré enteros sobre la bici. Quizás, la gente que lleva mal su retirada se deba a todo lo contrario. Que tienen mucho tiempo libre, pero no tienen ganas de seguir con la bici. Desde el equipo no se hace ninguna labor de “apoyo” al respecto. Ellos asumen y apoyan las decisiones de cada corredor. Es más un trabajo que haces con tu mánager. En mi caso fue con Ángel Edo. Yo me retiré en San Sebastián y luego me tiré tres semanas en los Dolomitas. Volví un domingo, y el lunes por la mañana ya estaba en la cafetería. Me había preparado un plan B. El vacío que me ha dejado la bici, me lo cubre ahora todo aquello que deseaba hacer cuando competía, pero que era incompatible.

¿Qué es lo que peor llevabas de ser ciclista?
Sin duda el tema del ADAMS, lo de vivir casi como un delincuente. Ese estrés de estar localizable en todo momento, comprobar que funciona bien, el tener que actualizarlo cada vez que viajaba, etc. No te haces una idea del descanso y el alivio que supuso para mí el día que dejé la bici y pude olvidarme de todo eso. Es indudable que es necesario, y que ha ayudado a limpiar el ciclismo, pero el peaje que se paga por ello es importante.
A mí que, por ejemplo, fuera de temporada me gustaba viajar en autocaravana e irme por ahí, tenía que andar mirando en todo momento que hubiera cobertura, actualizando mis datos de localización. Era realmente difícil y estresante tenerlo todo en orden cuando viajábamos de esta forma.

¿Y lo mejor? 

Sobre todo, en los últimos años, tener ese rol de dinamizador interno del equipo. De ser un gran apoyo para mis compañeros, hacer un poco de padre. Al fin y al cabo, yo soy muy dicharachero, me va el ambiente, y esa forma de vivir la vida, de ser tan positivo, creo que es muy beneficioso transmitirlo en el equipo. 

¿Alguna vez te han dicho, basta ya Markel, cállate un poquito?

Muchas veces. El que más me ha sufrido en ese sentido ha sido Haimar Zubeldia. Somos todo lo contrario. Él es muy callado y había momentos en los que le volvía loco. De todos modos, cuando veo que el otro desconecta, yo también hago lo mismo y me pongo a pensar en mis esquís o en mis autocaravanas.

Antes que en lo de servir cafés, que no lo llevas muy bien…
Estoy en ello. Hace poco hice un curso de barista y ahora voy a hacer otro. Todavía no es que me salgan muy bien, pero yo creo que es cuestión de horas de vuelo. Eso sí, le pongo un cariño de la hostia. Ganas le pongo todas las del mundo, ahora me faltan horas. Como te decía, mi idea ahora es formarme un poco y acabar haciéndolo bien. Yo creo que en poco tiempo podré estar a un nivel aceptable

¿Cómo te gusta el café?

Yo suelo tomarlo con leche. Había gente en el equipo que se llevaba su cafetera y su propio café. Pero a mí me gusta un buen “con leche”. No quiero ir de entendido, ni mucho menos, porque si me comparas con Christian Meier, él es como si fuera Egan Bernal y yo sigo siendo Markel Irizar. También tienes que saber dónde estás. Yo estoy en Oñati. No es ni Bilbao, ni Donostia, ni Andorra. Aquí la gente no demanda tanta especialización. Eso sí, esta mañana he quedado con mi mujer para tomar un café aquí en otro sitio, en Mondragón, y me ha costado pasarlo. Con diferencia, el mejor café de la zona es el nuestro. 

¿Qué labores vas a llevar ahora con el equipo?Principalmente scouting y búsqueda de talentos. Detectar a las promesas que serían interesantes para el equipo y, al mismo tiempo, hacer crecer a las que ya están. Parte de mi programa será seguir las carreras sub23 y Continental, y otra parte será echar una mano a Josu Larrazabal con los corredores que tenemos en el equipo yendo a las concentraciones, los entrenamientos y demás.

¿Has estudiado algo para ello?

Sí, he hecho un curso de director para el ámbito nacional, y ahora debería estar en Suiza en otro curso internacional. Me había preinscrito, pero está completo; el año pasado también hubo gente que se quedó fuera, entre ellos mi compañero Rast, y los han metido este año. Yo entraré en 2020. Pero el de España ya lo tengo hecho. Este sería para ejercer ya a nivel internacional. De hecho, Rast me preguntaba: “¿Cogemos hotel o vas en autocaravana? Y le decía que mi plan era traerme los esquís y la autocaravana, y quedarme unos días por allí. Ya me lo imagino, aparcado en la puerta de la sede de la UCI con su autocaravana y durmiendo ahí mismo.

¿Te gustaría que tus hijos fueran ciclistas?
Siempre contesto lo mismo cuando me preguntan sobre este tema: me gustaría que mis hijos fueran felices. Si quieren ser ciclistas, perfecto; si quieren ser baristas, perfecto; si quieren dar clases de paddle surf; perfecto. No sé, tengo el recuerdo de cuando era crío, que todo el mundo decía: “Mi hermano es gerente de no sé qué, mi hijo es director de no sé dónde”. Y yo les decía, ¿Pero son felices? ¿Quedan con los colegas? ¿Para echar un café, una caña, para ir al monte? Porque ser gerente o director, si no puedes hacer nada de eso, ¿para qué?
Por eso no tengo ninguna pretensión de que sean ni arquitectos, ni ciclistas, ni empresarios, ni nada. Yo he sido superfeliz como ciclista, pero también te digo que es un deporte muy duro en el que hay que sacrificarse mucho. Así que tienen que ser ellos los que tengan la afición. Yo siempre les digo que no tienen por qué ser ciclistas porque yo lo haya sido. A mí, mis padres me dejaron elegir y ellos también tendrán que elegir. Lo único que les pido es que, hagan lo que hagan, lo hagan al 120%. Que se dejen los huevos ahí. Que sean personas de compromiso y pasión, y que con ello se ganen la vida dignamente. Pero, sobre todo, que sean buena gente.