En 1968 el director de cine Stanley Kubrick imaginó —con un porcentaje aceptable de aciertos— cómo sería el futuro. En 2001, una odisea al espacio aparecen ya tabletas o videollamadas, utensilios y prácticas totalmente comunes hoy en día. La capacidad de Kubrick para ver un poco más allá, esa valentía a la hora de transgredir y de atreverse a imaginar el futuro es, sin duda, un activo muy valorado en todas las empresas de cualquier sector en la actualidad. Pongamos, por ejemplo, el mercado de las bicicletas y hablemos, concretamente, de una marca referente mundial como Brompton. Con la apuesta por la bicicleta eléctrica, la marca de bicis plegables del distritro de Ealing, en la gran metrópoli de Londres, acaba de dar dos pasos atrás para coger impulso. No tienen a Kubrick y la bicicleta eléctrica ya está asentada de hace tiempo pero la suya es la historia de un gigante que ha decidido moverse.
Readaptar las dinámicas cotidianas a la bicicleta eléctrica ha supuesto para Brompton sacrificar parte de su propio funcionamiento. El trabajo se tiene que adaptar al nuevo software, lo que se traduce en tres años de adaptación y en un descenso en la producción. Pero esto no preocupa a las oficinas comandadas por Will Butler-Adams, el CEO de la empresa desde hace más de una década y que defiende una “mirada larga” para seguir comandando el proyecto con éxito. “Hay que tomar las decisiones cuando tienes la cabeza clara, no cuando las ventas están disparadas y, aunque ahora mismo podemos vender más de lo que fabricamos, hemos tomado una decisión muy firme”, asegura.
La bicicleta plegable tan asociada a Brompton toma ahora un nuevo impulso con su versión eléctrica. La batería, con diferentes "marchas" se sitúa en la parte delantera de la bici, a modo de alforja, y se saca con facilidad para poder cargarla. El conjunto resulta todavía pesado, sobretodo en comparación con las Brompton convencionales pero esto forma parte del proyecto de evolución del modelo. Butler-Adams sostiene que no hay marcha atrás: “la vida en las ciudades tiene que ser plegable y eléctrica”.
Y es que Brompton está, sin duda, asociada a la vida urbana. Es una bicicleta de ciudad. En Londres, germen de la marca, aunque no su punto fuerte —Amsterdam es el top en esta lista—, tiene una tienda céntrica, justo al lado del bullicioso y turístico Covent Garden. Representa la imagen de la marca a modo de alegoría, quizá de metáfora, ya que se trata de un espacio pequeño, de forma cuadriculada que da la sensación de poderse recoger para llevártelo a casa. En la parte de arriba de la tienda, a pie de calle, se exponen todos sus productos; en el sótano está el taller, adornado con retales de la historia de la marca en las paredes. Dos mecánicos trabajan al son de una música relajada, con una imagen del creador de Brompton, Andrew Ritchie, en uno de los rincones. Una placa explica cómo construyó el primer prototipo en 1975 después de trece años de errores y modificaciones. En otro rincón, encima de la cafetera, en una estantería reposan algunos libros: The man who cycled the world, de Mark Beaumont, y La quinta tappa, el recuerdo del Tour de Vincenzo Nibali que el periodista Marco Pastonesi narra de la mano del propio squalo de Messina. En la actualidad Brompton tiene mil quinientos puntos de venta en todo el mundo, en grandes ciudades porque es ahí donde tienen sus clientes.
La visión que tiene Will Butler-Adams de lo que tiene que ser Brompton deja poco margen a la improvisación. En toda su trayectoria se han centrado en un solo tipo de bicicleta y en un solo modelo y es ahí donde centran todos sus esfuerzos. “Fabricamos todas nuestras piezas, no hay nada que venga de fuera y sólo hacemos alguna excepción con los sillines, que pueden ser Brooks. Sabemos lo que hacemos y por eso podemos asegurar que una Brompton no es cara porque es buena, es útil y aguanta en el tiempo”.
Su mirada está fijada en los núcleos urbanos y en el comportamiento de sus habitantes. “Hace falta cambiar la forma de vida en las ciudades, hay que repensarlas para caminar más, para coger la bici. Tenemos que sacar a la gente del subsuelo. ¡Pagamos para ir en metro!”. Y añade que “por primera vez, los gobiernos están invirtiendo en la bicicleta porque han visto que puede ser de gran ayuda, ya que con su uso se reducen los gastos en salud. Pero todavía hay que invertir más”. El CEO de Brompton afirma vehemente que la gente en las grandes urbes vive en cajas y que una bici plegable es la solución más útil contra la falta de espacio. Entonces, ¿y el paso que supone apostar tan fuerte por el modelo eléctrico? “En Alemania utilizan un 40% más la bicicleta si es eléctrica”, afirma tajante.
El camino está ya marcado. De Covent Garden al oeste pasando por Hyde Park donde, no muy lejos, en un piso de South Kensington, Andrew Ritchie diseñó el primer modelo de Brompton. La ruta deja el centro de Londres para adentrarse en Ealing, dentro todavía de la gran metrópolis, el Greater London, concretamente en el suburbio de Greenford, donde está ubicada la única fábrica que tiene la marca en todo el mundo. Ahí, cada tres minutos sale una bici, aunque el diseño de cada modelo —codo a codo con Williams, el equipo de Fórmula 1— supone un trabajo de cuatro años. Los trescientos trabajadores disponen de comedor y una sala con cafetería, futbolín, piano o material para hacer yoga. A las cuatro y media se hace el silencio y la fábrica se vacía. La bici eléctrica (y plegable) marca el devenir de Brompton. La apuesta está hecha. Sin embargo no hay que olvidar que pocos kilómetros al norte, en Childwickbury, fue donde pasó sus últimas horas un genio visionario capaz de cambiarlo todo, Stanley Kubrick.
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FOTOGRAFÍAS: @BromptonBicycle/VOLATA