Empieza la juerga. Dos pares de puertos encadenados muy cerca de la frontera eslovena. Se trata de subidas no muy largas pero con buenas pendientes y carreteras muy estrechas. Y ojo con los descensos, que pueden ser tan o más decisivos. Una etapa preciosa con un único pero, su ubicación: ¿le afectará estar situada el día antes del tappone dolomítico?
Apuesta conservadora: Alejandro Valverde
Apuesta arriesgada: Jakob Fuglsang
Ayer hablábamos de la llanura que se extiende junto al Adriático al norte del golfo de Venecia y por aquí discurre todavía hoy los primeros kilómetros de la etapa del día. De Palmanova, con su ciudadela hipersimétrica, parte la aproximación a Cividale del Friuli, villa por la que el pelotón pasará dos veces antes de volver de nuevo para alcanzar la meta. Cividale, aún en el llano, es la puerta de entrada a unos montes que se levantan de súbito y que permiten realizar una etapa de montaña como ésta a baja altitud. En ningún momento se alcanzan los 1000 metros y, a pesar de este dato, hay dureza para dar y regalar. Esta es una de las pocas zonas de Europa en la que se pueden plantear trazados tan selectivos a tan poca altitud; otros emplazamientos que se me ocurren a tal efecto son algunas zonas de Asturias, Cantabria y Euskal Herria, con puertos de paso duros y bajos como el Mirador del Fito, Collao Espina o Urkiola.
Otra característica de la región por la que transita hoy la corsa rosa es la variedad toponímica. Pueblos, puertos, montes y ríos poseen denominación en más de un idioma, fruto de encontrarnos en unas tierras de confluencia entre el ámbito italiano, el germánico y el balcánico. El propio Cividale, nombre en italiano, es también Cividât en friulano, Östrich en alemán y Čedad en esloveno. El primer paso de montaña del día -un señor puerto, por cierto, con 8’3 km al 9’3% de media- lo han bautizado como Montemaggiore, pues su ascenso finaliza en la localidad del mismo nombre, pero en realidad se trata de la carretera que lleva al cercano Pico Matajur, fronterizo con Eslovenia, y cuyo nombre es una evolución de Montemaggiore: Mont Major, Matajor, Matajur. Menudo lío, pensarán las mentes homogeneizadoras, capitalinas, cuando lo cierto es que resulta una gozada detenerse a escudriñar tanta riqueza terminológica, tantas pruebas de que las lenguas son entes vivos y maleables.
En otro orden de cosas, tras no pasar por aquí en 2015, el Giro llega al Friuli en el cuadragésimo aniversario del devastador terremoto que sufrió la región. El 6 de mayo de 1976, poco después de las nueve de la noche, el suelo tembló de tal manera que unos ochenta municipios quedaron severamente dañados y fallecieron casi un millar de personas. El epicentro, con una intensidad de 6’4 grados en la escala de Richter, se situó entre los municipios de Osoppo y Gemona del Friuli, a una veintena de kilómetros en línea recta de donde se disputa la mayor parte de la etapa de hoy y sus bucles curiosos sobre el mapa. Para hacerse una idea del desastre, el terremoto de L’Aquila, el más reciente en el país de entre los de magnitud severa, aunque tuvo una intensidad de 6’7 grados, no causó ni la mitad de muertes, con unos datos oficiales alrededor de las trescientas víctimas. Pero la gran tragedia sísmica de las últimas décadas, en Italia hay que situarla en la provincia de Avellino, en otoño de 1980, con el llamado terremoto de Irpinia, de 6’9 grados, que dejó cerca de tres mil muertes. Tanto en este caso como en el del sismo del Friuli, la receta del gobierno para colaborar a sufragar la reconstrucción y reactivación económica de estas regiones fue, y esto parece que es algo habitual en Italia en este tipo de tragedias, subir repentinamente el precio de los carburantes: un repunte de 99 liras en 1976 y de 75 en 1980. Parece claro que estas medidas no iban encaminadas a fomentar el uso de la bicicleta, pero no es descartable que en algún caso surtiera efecto.