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Vía Turín. Etapa 1: Apeldoorn-Apeldoorn

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Borja Barbesà | 05 May 2016

Vía Turín. Etapa 1: Apeldoorn-Apeldoorn

Vía Turín. Etapa 1: Apeldoorn-Apeldoorn

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No es estrictamente un prólogo ya que supera los 8 kilómetros reglamentarios para otorgarle tal categoría, pero se trata de una contrarreloj corta, llana y urbana. Esto último no es impedimento para que cuente con unas cuantas rectas donde los especialistas deben imponer su ley.

Apuesta conservadora: Tom Dumoulin 
Apuesta arriesgada: Jos Van Emden

 

El Giro vuelve a Países Bajos después de una edición, la de 2010, que nos proporcionó un espectáculo que ya firmaríamos para este año. No entraremos en detalles, solo unos pocos datos para situar al espectador avezado: MontalcinoL’Aquilael descenso del Mortirolo de David Arroyo

Si entonces la corsa rosa partió de Amsterdam, esta vez lo hace una localidad más pequeña y hacia el interior, Apeldoorn, y en concreto desde su velódromo, el Omnisport. Inaugurado en 2008, es obra de FaulknerBrowns, que han proyectado más de un recinto de este tipo, capaz de transformar su configuración habitual y albergar la práctica de otros deportes. Este mismo despacho de arquitectos, radicado en Newcastle, presentó una candidatura para concebir el velódromo que acogería la competición durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012, pero finalmente el proyecto fue a parar a la firma Hopkins que apostó por un recinto cuya cubierta parece una patata pringle. La propuesta de FaulknerBrowns, a juicio de servidor, no tenía nada que envidiar a la de los ganadores y lleva a pensar en ese limbo fuera del espacio-tiempo donde habitan todos los edificios que finalmente no fueron, todas las utopías inconclusas. 

Y para continuar con utopías, la que convirtió en realidad en Apeldoorn un fotógrafo llamado Wim Mager. En los años sesenta Mager era un joven excéntrico que tenía un par de pequeños primates provenientes de Suramérica. Vivían en su casa, eran sus mascotas y amenizaban sus días hasta que tuvieron crías y el asunto se fue de madre. Entonces, Mager puso todo su empeño en encontrar un entorno apto para su prole adoptiva y lo acabó consiguiendo. En 1971 abrió en las afueras de Apeldoorn un parque donde primates de distintas especies campan todavía hoy libremente, fuera de jaulas y se mezclan entre los visitantes humanos. Mager murió en 2008 pero antes pudo consolidar Apenheul, el parque de Apeldoorn, y abrir un segundo centro del mismo tipo en Francia, cerca de Poitiers. Hoy está considerado un pionero en el mundo de los parques zoológicos, un terreno controvertido, lo que le convierte en un personaje interesantísimo, con un punto herzogiano, referente para unos, poco menos que un loco para otros.