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'Todos los días me juego el prestigio', Jorge O. González (I)

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Pablo Arbeláez Restrepo | 17 Feb 2019

'Todos los días me juego el prestigio', Jorge O. González (I)

'Todos los días me juego el prestigio', Jorge O. González (I)

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Jorge Ovidio González, presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, ha hecho carrera en todas las modalidades del deporte del pedal. Como gestor de grandes cambios fue el creador de las comisiones nacionales de ciclomontañismo y BMX, y promotor de los diversos certámenes de talla mundial que se han realizado en el país, entre ellos la carrera Oro y Paz, y el Tour Colombia 2.1. El ex suboficial del Ejército y ex profesor de colegio, cuenta cómo ha sido su vida desde que era ciclista recreativo, hasta ser el líder de esta disciplina en una nación que ocupa un sitio relevante en el mundo.

Jorge Ovidio González, presidente de la Fedeciclismo, en compañía de Chris Froome, del alcalde de Medellín Federico Gutiérrrez, y de Mariana Pajón, doble campeona olímpica de BMX / Foto cabecera: Chris Froome habla de tú a tú con el presidente de la Fedeciclismo (© Gabriel Buitrago)

¿De dónde surgió el dirigente?

Hoy se estudia para ser dirigente. Yo no estudié para serlo. Nací de una manera connatural con la modalidad del ciclomontañismo e interviniendo como colaborador en el Clásico El Colombiano. Ahí, prácticamente hice mi universidad y mi carrera como directivo, hasta llegar a donde estoy hoy en día.

¿Pero usted se preparó para ello al realizar toda clase de estudios y cursos?

Cuando hice esa universidad a pie, en los certámenes y en las empresas que realizan grandes eventos, las que yo mismo formé como dirigente, tenía que subir también mi nivel académico, en temas como contabilidad y administración del deporte, para ampliar el conocimiento de todo lo que tuviera que ver con la gestión y técnica del manejo de una oficina de ciclismo. Esto me llevó a hacer un diplomado en Administración Deportiva en el CEAD de Bogotá, adscrito a la Universidad Distrital, en un convenio con la Escuela Nacional del Deporte.

¿El haber sido ciclista lo impulsó a ser dirigente?

Siempre he sido un ‘gomoso’ (apasionado) del ciclismo y me ha gustado montar en bicicleta.  A mis 70 años de vida aún me subo a la cicla.  Este deseo de ser dirigente empezó exactamente en una doble a Yarumal (municipio del norte de Antioquia), en 1976, carrera a la que me invitó el técnico Raúl Mesa, siendo yo miembro de la Comisión Técnica de la Liga de Ciclismo de Antioquia. Me subí a la moto con él y estando en cercanías del Alto de Matasano, le dije que eso era lo más maravilloso y que yo quería ser alguien en el ciclismo, a nivel directivo.

¿El haber llevado el carro neutral a la Vuelta a Colombia y a otras competencias, también influyó en ese deseo de ser dirigente?

Como amante del ciclismo, después de un viaje que hice al Tour de Francia, vi que había unos carros neutrales puestos por la organización, que eran independientes y que no tenían que ver con ningún equipo. Esto me llevó a hacerle la propuesta a la Federación Colombiana de Ciclismo de poner los carros neutrales en la Vuelta a Colombia. Aceptaron y los puse con Bicicletas Romek y luego con Shimano. Ahí me involucré en las carreras, aprendí mucho y participé también, con esta logística de los carros, en el Clásico RCN y la Vuelta a Antioquia. Igualmente puedo decir, con mucho orgullo, que traje los carros mecánicos neutrales al ciclismo del país.

¿Qué significó para usted forjarse como dirigente en el Clásico El Colombiano?

Para mí, el Clásico El Colombiano fue una escuela en la que uno puede desarrollar todo el talento, rodeado de ciudad, de intelectuales y de connotados periodistas del deporte; es estar en una institución como El Colombiano que es inteligencia, que es literatura para mostrar, en letras, todo lo que es el deporte  y en sí, lo que es una ciudad y de cómo ésta se desarrolla. Yo estuve 25 años en el Clásico, casi todo ese tiempo como director técnico y en los últimos doce años como director.

La alegría del presidente González de sacar avante el reto del Tour Colombia (© Gabriel Buitrago)

¿Cómo influyó el ciclomontañismo en su carrera?

Eso fue todo para mí. Esta disciplina la fundé también en América Latina. Con unos estadounidenses y canadienses la metimos a la Unión Ciclista Internacional, pues el mountainbike no existía para ellos, lo mismo que el BMX. Esas disciplinas las entramos a la UCI bajo una negociación y a mí me tocaba manejar todo lo que era Suramérica y Centroamérica. Los estadounidenses manejaban todo lo que es Canadá, su país y algo de México. Al establecer esta sociedad me hice famoso en este deporte, y ahí fue donde verdaderamente adquirí la jerarquía de dirigente. Por esta disciplina deportiva logré llegar a la Federación Colombiana y ya en ella, bajo ese esquema de trabajo mío y esa organización que he manejado en los eventos que he realizado, me gané el respeto a nivel de la dirigencia colombiana del ciclismo y así mismo, ese respeto sirvió para imponer criterios, programas, y crear cambios para formar, fundar y hacer los estatutos a nivel federativo de las dos Comisiones, que no existían en Colombia: la de BMX y la de ciclomontañismo.

¿Cómo han sido todos estos años de soledad en Bogotá, lejos de la familia?

Llevo alrededor de 16 años viviendo en Bogotá, muy crueles, muy duros, no es el clima mío, no es el ambiente mío, no es la ciudad mía, no es nada mío; pero allá está todo lo grande del pedalismo, que es la Federación Colombiana de Ciclismo. Tomé ese riesgo, ese sacrificio por el amor que le tengo a esta profesión de dirigente del ciclismo y obviamente este sacrificio ha sido muy grande, pero ha sido de una cosecha inmensa; de unos títulos, de muchas medallas, de muchos récords y triunfos, lo cual una cosa por la otra se lleva la vida.

¿Qué clase de vida ha enfrentado en estos años de estancia en Bogotá?

Es la clase de vida de un monje, exactamente la de un monje: sale de la iglesia para el cuarto y del cuarto a la iglesia. Mi apartamento en Bogotá está a una cuadra lineal de la Federación y jamás me he desviado de ese camino, del apartamento a la Federación y de la Federación al apartamento, con jornadas de 18 horas durante todo este tiempo.

¿Le ha tocado hacerse todo solo en estos años?

En el apartamento tengo mi plancha, lavadora y nevera. Yo hago mi desayuno y mi comida, y almuerzo en la Federación. Yo lavo y plancho, y cuando estoy muy atareado, y el trabajo no me lo permite, mando la ropa a la lavandería que está a una cuadra y media. Yo mismo la llevo, sobre todo las camisas.

¿Qué recuerda de su faceta de militar en Bogotá, años atrás?

Yo salí de bachiller del Colegio San Carlos de la Salle, en Medellín e inmediatamente me fui para la Escuela Militar y llegué hasta el grado de suboficial del Ejército. Allí tuve diferencias con un superior y eso se volvió una pesadilla que me dio muy duro y a pesar de que tenía todo el aprecio de mis comandantes y de mis superiores, no aguanté la presión y opté por retirarme. Me quedé en Bogotá preguntándome de qué voy a vivir, pues no quería llegar a Medellín fracasado, porque yo salí de mi casa con la ilusión de ser un gran militar del Ejército.

¿Entonces qué camino tomó para poder salir adelante?

Estando en la residencia en Bogotá, en la 13 junto al Parque Nacional, alguien me dijo que necesitaban un profesor de historia, uno de cívica y otro de educación física en el Otto Hans, un colegio de nombre alemán, pero que lo manejaban profesores bogotanos. Yo no sabía nada de historia, pero me presenté allá y me gané esto. Cuando ingresé, me dediqué a estudiar historia porque no sabía nada de eso. A duras penas tenía conocimientos de lo que me habían enseñado en la Escuela sobre Simón Bolívar y la batalla de Boyacá. Y a estudiar se dijo. En el colegio me indicaron cuáles eran los libros guía y todos los días me llevaba mis apuntes para dar clase. Todo me lo aprendí de memoria, al punto en que fui muy exitoso, porque nunca tuve reclamos de los alumnos. Con la educación física la cosa fue más sencilla porque yo era un atleta; y la parte cívica…, yo he sido un hombre cívico toda la vida. Así me sostuve dos años y es la historia del típico paisa que no se deja derrotar fácilmente.

El ciclismo es el ADN del país, opina Jorge Ovidio González (© Gabriel Buitrago)

¿Cuál ha sido el refugio ante tanta responsabilidad al frente de la Federación?

El presidente de la Federación es la persona que debe darle la cara a muchas cosas; por circunstancias de economía; porque es el ordenador del gasto; porque si es el que hace algo bien, es el que sale a relucir; y porque si algo sale mal, es al que le dan toda la varilla del mundo. Mi refugio era mi cerebro y mi acompañante, ante tanta responsabilidad y soledad, era mi cabeza. No tenía a nadie más. Mi familia estaba en Medellín, mi esposa y mis hijos, todos estudiando y preparándose y solamente nos dábamos un saludo por teléfono en la noche. A veces pasaban días sin poder saludarlos, y en ocasiones semanas, debido a los viajes, sin poder llamarlos. De modo que, ese refugio era un rumiar del cerebro de forma constante, analizando, pensando y planificando; teniendo ideas del ciclismo que yo quería para un futuro de este país, y no del ciclismo del momento. Me desgasté mucho pensando en eso y obviamente en esa soledad y en materializar ese pensamiento y, poco a poco, el ciclismo se fue transformado. Hubo que saltar lo político de la Federación, saltar lo de la empresa privada y todo eso lo fui conquistando y fui teniendo éxito en cada sitio en donde yo exponía mis ideas, materializándolas y realizándolas para el ciclismo. Por supuesto, nada en la vida se hace solo, yo simplemente soy un líder que se ha acompañado de gente muy buena y que, con el tiempo, también se van convirtiendo en líderes y muchas veces hasta en rivales.

¿Todo este tiempo invertido en el ciclismo de qué ha servido?

Este tiempo me ha enseñado a aprender que el ser humano es irreversible; que el ser humano nunca es lo que es al frente de uno, y que vos siempre vas a tener personas al frente que hoy son, y mañana no lo son. Eso es lo que yo le aprendí a la vida a mis 70 años.

¿Usted habla de lo voluble que somos los seres humanos?

Lo que quiero decir, es que el hombre cambia de forma constante y a veces abrupta; el propio ser humano no se entiende. Eso tiene que ver con que a veces el mejor amigo es el primero que te traiciona y otras, el peor enemigo es el que resulta ser el más amigo. Y tengo ejemplos palpables. Uno no entiende cómo no reflexionamos y preguntamos antes de decir o escribir cosas que no son. Ahí nació la famosa frase, que es muy dura: mis amigos son mis amigos; mis amigos son los enemigos. Uno defiende al amigo desde lo lejos, en la esquina o en la selva.  Yo no guardo rencor ni odios con quienes se equivocaron conmigo. Como lo dije, yo soy un monje, el monje es limpio y no tiene nada con el mundo. Todo es servicio y lo mío es eso, servicio, ayude, regale, haga las cosas con sacrificio. Con este oficio conocí el comportamiento del ser humano, que es totalmente irreversible.

¿Cuáles han sido los momentos más duros al frente de la Federación?

Lo más duro han sido las palabras de Nairo hacia la dirigencia colombiana y la campaña suya por la Federación Colombiana de Ciclismo. Esos son los dos escollos más duros que yo he tenido en mi vida como dirigente. Los logré pasar con éxito, pero a la Federación le costó mucho eso. A la dirigencia y a mí, emocionalmente, me afectó bastante. Sin embargo, siempre me he mantenido como lo que soy, con mi ética, mi transparencia y mi profesionalismo, como un líder reconocido. Uno no le puede hacer mal a la gente; el tener diferencias conceptuales no te hace mi enemigo.

Fueron en verdad momentos muy duros, pero para verdades el tiempo.

Esos dos golpes, son como los golpes de la vida, si los lográs pasar vas a ser exitoso, si no los lográs pasar desaparecés del mapa. Y como los pasé exitosamente, hoy la vida me ha dado más nombre, más prestigio y más felicidad. Hoy Nairo me invita a almorzar con los directivos de Telefónica. La relación entre ambos es buena. La relación con los medios que me atacaron en su momento es muy buena. Esta es una muestra de que hay muchos seres como Jorge Ovidio que nos hemos sobrepuesto a cosas que nunca imaginamos que nos fueran a suceder en la vida. Hoy mis enemigos son amigos y mis amigos son más amigos.

¿Qué vislumbra en un futuro en su vida como dirigente?

En el futuro, muy rápido, retirarme de la Federación Colombiana de Ciclismo, dedicarme a mi familia, descansar, caminar, ser libre nuevamente, no tener compromisos con nadie, simplemente montar en bicicleta, que es mi pasión y mirar, ahora sí con tranquilidad, el paisaje, la luna y recibir el sol.

Usted es muy amigo de las frases ¿Tiene algunas por aportar?

En esto del ciclismo, todos los días me juego el prestigio. En los días previos al Tour Colombia 2.1, dormí entre una hora y media, y dos horas diarias, porque tengo mil espantos en la cabeza que no me han dejado dormir. El ciclismo es el ADN del país. Con este deporte le quitamos un casco al balón de los espacios en la prensa deportiva. El ciclismo es el deporte más importante de Colombia.

 

*Leer segunda parte de la entrevista: “A esto se le llama vender país, imagen y nombre”.