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Aquella primera victoria

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Albert Rabadan | 17 Jun 2014

Aquella primera victoria

Aquella primera victoria

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Cuesta no querer a Nairo Quintana. Esa bondad que transmite en cada gesto y en cada palabra. Esa juventud escondida tras su castigada tez, que nos da cuenta de sus orígenes humildes. Esa tremenda ilusión que contagia su sonrisa las pocas veces que se atreve a mostrarla. Aunque en este reciente Giro de Italia lo ha hecho más que nunca.

No le sobran motivos para sonreír al boyacense, de 24 años, que está confirmando su candidatura a hacer historia en el ciclismo con su victoria en la general de la 'corsa rosa' tras su sorprendente segundo puesto en el pasado Tour de Francia. Fue entonces, su presentación en sociedad ante el gran público, cuando hizo furor en las redes un texto de Jorge Enrique Rojas, “Carta a Nairo”, que le valió a su autor el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2011.

En ese artículo, donde se hace un bonito repaso a sus orígenes tras su histórica victoria en el Tour del Porvenir de 2010, aparecen diversos personajes de su Cómbita natal. Entre ellos me llamó especialmente la atención el curioso Juan Pistolas, cuya historia reza tal que así:

Dos días después de que tu papá se hubiera conseguido los 270.000 dólares para comprarte la primera bicicleta de carreras, te enfrentaste con Juan Pistolas, el ciclista más temerario del pueblo y lo hiciste polvo en 32 kilómetros trazados en una ruta ida y vuelta que partió de la plaza central hasta el Alto de Sota. Ese triunfo tuyo aún es leyenda comentada en el pueblo, porque mientras Juan Pistolas llevaba zapatillas, uniforme de lycra, casco, guantes y la mejor bicicleta de por esos lados, tú apenas ibas cubierto con la camiseta roja que ya no aguantaba más remiendos de tu madre

Se trata, sin duda, de una buena metáfora de lo que ha sido la carrera de Quintana: cómo se ha construido su propio camino de éxito a pesar de las adversidades. Desde su humildad y sus propios medios, haciéndose valer ante las circunstancias de la vida, que a menudo le han hecho partir desde situaciones de desventaja frente a competidores más acomodados. Sin embargo, el nombre (o apodo) del chico, sacado de una película mexicana de 1966, le daba un toque fantasioso al relato.

Pero llegó el mismo Nairo para confirmar la historia este invierno en Bocas, la revista de entrevistas del periódico colombiano El Tiempo. A pesar de que en esa entrevista él mismo muestra su rechazo a los estigmas la carta de Rojas, sobretodo en lo referido a la pobreza de su familia, que niega – “casi que 50 % de lo que dijo, creo, era inventado por él. Empezando con que nosotros vivimos en arriendo, porque siempre vivimos en una casa propia. Nosotros trabajábamos”, zanja–, sí que habla de su rival de carreras.

Era un pelado igual a mí, del pueblo, de la misma edad, 15 años. Él era todo un deportista, con medallas y todo. Cuando compré la bicicleta para comenzar a correr, un padrino mío que se llama Belarmino, dijo: “pues echemos una apuesta”, porque el papá de él era de mucha apuesta. Y apostaron de a cincuenta mil. Eran casi cincuenta kilómetros, pero no, el otro no alcanzó a terminar, ni siquiera llegó. Fue la primera carrera que gané en mi vida”, relata Quintana, que ahora debe haber perdido la cuenta de sus carreras ganadas, pero que acaba de conseguir la más importante de su vida.