Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso.

El homenaje de las piedras

SUSCRÍBETE

Albert Rabadan | 16 Apr 2016

El homenaje de las piedras

El homenaje de las piedras

Compartir

El exciclista Pedro Horrillo, uno de los pocos españoles apasionados de las clásicas de adoquines, dice que tú no puedes ganar la París-Roubaix, que es ella quien decide quien gana. Y en esta temporada, el Infierno del Norte ha decidido premiar a todo un entregado del pelotón, un gregario cuyo único rincón de libertad era su soñada Roubaix, que finalmente logró conquistar a los 37 años cuando ni siquiera era imaginable que lo hiciera.

El australiano Mathew Hayman (Camperdon, Australia, 20 de abril de 1978) cumplía este 2016 su 15ª participación en la París-Roubaix tras 17 años como profesional, donde había logrado solamente tres victorias: la Challenge de Mallorca de 2001, los Juegos de la Commonwealth de 2003 y la París-Bourges de 2011. Pero lo hacía tras un inicio de temporada accidentado, puesto que sufrió una caída en la primera clásica adoquinada del año, la Omloop Het Nieuwsblad, que le provocó una complicada fractura en el brazo. El diagnóstico del equipo era inequívoco: “Hayman to miss sprint Classics after a crash”, rezaba el titular de la nota de prensa en la web de Orica-GreenEdge.

Sin embargo, Hayman no iba a rendirse tan fácilmente. Sabe que la Roubaix no va de rendirse. “He estado en mi propio mundo virtual, haciendo mucho rodillo en el garaje de casa para mantener los meses y meses de entrenamiento que había hecho para las clásicas. Había estado trabajando desde octubre, con concentraciones en altura lejos de mi familia y no quería que ésto se quedara en nada por una lesión”. Superó los expectativas y el fin de semana antes de su carrera favorita compitió ya en el GP Miguel Indurain y la Vuelta a La Rioja, para poder estar de la partida en Compiègne.

"I was embarrassed by this photo. There's a fine line between stupidity and dedication". #OGErocks #noshortcuts pic.twitter.com/bZod6p6ed8

— MathewHayman (@Mathew_Hayman) April 16, 2016

 

La carrera de sus sueños

«Soy un gregario pero ésta es una carrera excepcional en la que tengo mucha experiencia y los equipos en los que he estado se han dado cuenta de ello. Es la carrera que amo, y cualquiera que me conozca o haya estado cerca de mí puede contarte lo apasionado que soy sobre ella. He corrido con gente como Marc Wauters, Juan Antonio Flecha o Leon Van Bon que han sido campeones nacionales, han ganado etapas del Tour de Francia y nunca han ganado esta carrera, ni me atrevía a pansar que yo sí lo podría lograr», dice Hayman a PEZCyclingNews. Y menos éste año, dadas las circunstancias.

La misión del veterano australiano era proteger las opciones del belga Jens Keukeleire, sexto en la pasada edición. “Esta mañana no esperaba nada. He venido aquí otras ocasiones con grandes ambiciones, aspirando a un podio y poniéndome mucha presión, pero ésta vez sencillamente venía a disfrutar de la carrera que adoro y ayudar a alguien si podía”, dijo en la rueda de prensa posterior a terminar la prueba. Dejó pasar los primeros kilómetros de carrera y, en el único movimiento en el que entró, se formó la fuga buena. De esta forma ahorró en la que todo el mundo le da más pánico en Roubaix: la lucha por la posición. «Rodé tranquilo en todos los sectores. No tuve que luchar. No hubo cambios de ritmo. Nos cogieron en el sector 13 y en el 12 Tom [Boonen] rodó tan fuerte que se hizo de nuevo una selección». Guión soñado.

Solamente hubo un punto en el que sufrió: «Pasé justísimo Champin-en-Pévèle y cuando Vanmarcke atacó, tomé mal la primera curva del Carrefour de l’Arbre. Por experiencia sabía que todo se te puede acabar rápido si pierdes rueda, pero me concentré en ir en el asfalto del centro del tramo y logré reintegrarme. Estaba tranquilo, contento y sin nada que perder. Y no tener nada que perder te hace peligroso...»


La leyenda puede esperar


El pasado 9 de octubre de 2015, Tom Boonen (Mol, Bélgica, 15 de octubre de 1980) cayó en la segunda etapa del Tour de Abu Dhabi, sufriendo una fractura de cráneo para la cual los médicos le pronosticaron un descanso mínimo de seis meses antes de empezar la recuperación, que se prometía larga.

«Esta mañana he recibido un mensaje del doctor que me ha tratado diciendo que éste era el primer día en que debería haber tocado una bicicleta», explicó el día de la París-Roubaix, su carrera fetiche en la que ha ganado ya en los años 2005, 2008, 2009 y 2012. El récord de la carrera, empatado al legendario Roger De Vlaeminck. La opción de entrar para siempre en la historia con un quinto triunfo, además en el año de la despedida de su compañero de generación, Fabian Cancellara, le hizo lograr la recuperación inesperada. Si triunfaba, también hubiera podido ser su último año.

En su equipo, Etixx-Quick Step, le acompañaba el ganador de 2013, el holandés Niki Terpstra, y el segundo clasificado de la temporada anterior, el checo Zdenek Stybar, que habían desafiado el liderazgo del equipo del León de Flandes, que suma ya 13 podios en Monumentos (entre ellos 7 victorias) pero que en las últimos temporada había perdido su posición dominadora. Sin embargo, este año todo parecía diferente. Con el impagable Tony Martin de escudero, se había hecho el dueño de la carrera. Y entrando en el velódromo con un grupo de cinco, con el mismo Hayman, Ian Stannard (Sky), Sep Vanmarcke (LottoNL-Jumbo) y Edvald Boasson Hagen (Dimension Data), la victoria volvía a ser posible.

«En la última vuelta mi idea era ya empezar en cabeza la útima curva, pero tuve que esperar 30 metros porque tenía a Sep a mi lado y no había espacio», explicó Boonen tras la carrera. A partir de ahí, el sprint ya es historia.

«Lo único que recuerdo es salir de la última curva dándolo todo, buscar la rueda de detrás mío y ver que no llegaba. Después ya crucé la meta y pensé: ‘Tengo que levantar los brazos. Tengo que hacer algo’», relataba el ganador al día siguiente a la revista RIDE. Mathew Hayman había respondido de maravilla a todos los ataques, había sabido posicionarse en el velódromo ante los grandes especialistas y había batido a todo un cuatro veces ganador en un sprint impecable. Parecía irreal ante la posibilidad de un quinto entorchado de Boonen.

Ni siquiera él mismo acababa de asimilarlo, como bien se pudo captar en las imágenes de televisión. «Sabía que había ganado y que estaba rodeado de gente que esperaba mi reacción pero me estaba preguntando a mí mismo si esto había pasado de verdad. Me costó un minuto dejarme ir, lanzar los brazos al aire y dar una abrazo a los chicos de mi equipo. Todavía me sigue pareciendo un sueño», admitió a la mañana siguiente Hayman.

La Roubaix había decidido dar un premio a toda una trayectoria de sacrificio y amor para la carrera. Pocas cosas más románticos podía pedir el ciclismo. Pero la historia a la que acababa de derrotar era tan inmensa, que las sensaciones eran extrañas. «Fue dura la rueda de prensa porque no sentí que fuera nada llamativo, pero traté de dar un punto de visto honesto de cómo me sentía», admitía el ganador, quien llegó a disculparse ante los periodistas. «Sé que os hubiera gustado más estar aquí hablando del quinto triunfo de Boonen, pero lo siento, he ganado», dijo.

El propio belga fue a felicitarle y admitió que había sido un triunfo muy merecido, y que además le hacía pensar que lo mismo podría continuar una temporada más. Y si no le hace alargarse, por lo menos, siempre quedará una lección que el mismo ganador recita. «Ahora cualquier chaval de 20 años pensará ’mira, Hayman ha ganado la Roubaix. Yo también puedo’». Porque, de vez en cuando, la París-Roubaix se permite regalar este tipo de homenajes.