Tras una semana larga buscando trampas en regiones con una topografía relativamente suave —y el pelotón, fumándose esas etapas—, llegan por fin los Alpes. Jueces de paz de cuantas carreras los visitan, desde el Tour de Romandía hasta la subida entre invernaderos al Poggio, en el final de la Milán-San Remo. Paisaje de postal la mayoría de veces, también espacio para más de una aberración.
Los Alpes son un macizo joven, arisco, elevado, con todavía mucha roca para erosionar. Es un macizo plegado, fallado y sísmico. El 15 de julio de 1996 los pueblos cercanos a Annecy sintieron un temblor. Se agrietaron muros, cayeron chimeneas, hubo incluso heridos leves. Fue un susto de aúpa en la Savoia. Un sismo de magnitud 5,2 en nuestra Europa de casas viejas de piedra asusta.
La morfología del valle de Annecy está gobernada por esa falla —la falla de Vuache— que se despertó en el verano de nuestro mayor sismo ciclista, el Tour de 1996. Al extremo de ese valle se encuentra el lago de Annecy. Un lago de origen glaciar, con un microclima suave, chalets, kayaks, vid en los valles y nieve en las cumbres. Combo perfecto. Precios por las nubes.
Las muelas calcáreas cercanas a Annecy, por las que transcurrirá la primera etapa alpina, no pertenecen a los Alpes sino a los preAlpes, que serían todos los macizos calcáreos que, por la formación de la cordillera, se vieron levantados y desplazados. Entre esas muelas de calizas está el Plateau des Glières, novedad alpina de este Tour 2018. Puerto de ruda subida, hacia un lugar aislado que la resistencia de la Segunda Guerra Mundial utilizó como base en la contienda, volviéndose luego un sitio místico. El 1973 se inauguró allí una escultura que simboliza la V de victoria, aumentando así el carácter simbólico del lugar.
En una entrevista previa al incio de la carrera a Christian Prudhomme, director del Tour, este decía que la caravana publicitaria se desviará y no subirá a ese puerto, por logística y también por respeto. La caravana, que podemos definir sin tapujos de chabacana y monumento al mal gusto y lo kitsch, no tiene porqué subir a lanzar mini embutidos de reclamo publicitario al público en una montaña así. Es como los selfies haciendo morritos en las puertas de Auschwitz.
De allá se seguirán más puertos prealpinos, la Colombière, sin sobrepasar grandes altitudes, y se terminará en Le Grand Bornand, un pueblo que se convirtió en estación de esquí, al pie de los Aravis.