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La tierra no es plana. Paisajes del Tour 2018: Luchon y Saint-Béat

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Daniel Monfort | 23 Jul 2018

La tierra no es plana. Paisajes del Tour 2018: Luchon y Saint-Béat

La tierra no es plana. Paisajes del Tour 2018: Luchon y Saint-Béat

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La Garona es un río que corta el pequeño pueblo de Saint-Béat en dos. Situado al pie de dos moles de roca, el conjunto pueblo-río-roca forma un paso estrecho, al que se le suma la carretera nacional que comunica Toulouse con el sur del Pirineo a través del túnel de Vielha, un punto rojo de la circulación. Todo concentrado en un cuello de botella. La Garona, aún un río joven alpino, con su fuerza y años por delante ha ido moldeando el valle y ese paso estrecho. Esas rocas son de mármol, un mármol sin la reputación y la categoría del de Carrara, pero mármol. Ese tipo de roca se forma cuando la caliza original se somete a tanta presión y temperatura que los cristales vuelven a cristalizar, volviéndose más puros.

Algo parecido a lo que quieren vendernos en cada edición del Tour con eso del "nuevo ciclismo". En Saint-Béat el mármol se explotó durante años y ahora de ese pasado queda una cantera y un festival de picapedreros. El pueblo está lleno de esculturas, las mejores de cada año adornan plazas y jardines. Viéndolas ya se percibe que hubo años mejores y peores.

 

 

El 2013 no fue un año bueno para Saint-Béat, la Garona se salió de su cauce en junio (este mes de mayo también, pero sin grandes consecuencias). Saint-Béat, construído tan al borde del río, sufrió daños considerables. Cerró temporalmente el banco, la tienda de comestibles y la panadería. En Francia el cierre de la panadería equivale al cierre de una escuela; es un drama, es un trozo de vida que desaparece.

Aquel mismo año de la inundación pasó el Tour por allá, un poco como cada cierto tiempo, bajaron el col de Menté camino de Bagneres de Bigorre. Ganó ese día el irlandés Dan Martin. Arreglaron la carretera, limpiaron el barro. La panadería tardó más en abrir, pero abrió. Uf, salvados. El túnel que desvía el paso de la nacional por el centro del pueblo, después de largas obras, lo han abierto este año. Los camiones ya no harán contorsiones encima del viejo puente y los cicloturistas pasarán más tranquilos.

 

 

El Tour volverá a bajar Menté este año, cruzará la Garona y remontará el valle, dirección sur. Como cada vez que se pase por ese punto pensaremos en Luís Ocaña, en esa curva cerrada excavada en la roca y en esa tarde de tormenta y mal fario. Antes, en el Col del Portet d'Aspet, algunos también recordarán la fatídica muerte de Fabio Casartelli.

Los ciclistas circularán un poco más tarde durante un puñado de kilómetros en el Val d'Aran, única excursión fuera del hexágono francés de la edición 2018. En carrera igual no perciben el contraste, en imagen de helicóptero seguro que sí, la ocupación del suelo y el desarrollo urbano no tienen nada que ver a banda y banda de la frontera, tampoco el dinamismo económico es comparable.

 

 

En Les y Bossòst encontraremos muchos negocios de frontera, que viven del impuesto inferior en España al carburante de gentes y vehículos: gasolina, alcohol y tabaco. Desde Bossòst subirán el Portilhon, un puerto entero entre bosque de coníferas, un puerto-frontera sin aduana, gendarmes, mossos ni guardias civiles. Es un clásico del ciclismo de carrera. Sinó que se lo pregunten a Poulidor que guarda un buen recuerdo de él: un día de gloria entre sus tantos días de lamentaciones y frustraciones. De arriba del Portilhon se baja a Saint-Mamet, aún un puente sobre La Pique, un río que es afluente de la Garona, y se llega a Luchon. Esta pequeña ciudad termal —que, en Francia, siempre va acompañada de su casino—, ha sido llegada innumerables veces del Tour a través de su avenida que da a la plaza de las termas.

Esta etapa nos la conocemos de memoria. La geografía, la topografía y la orografía tienen su límite, no podemos estar descubriendo puertos nuevos cada día. Ni asfaltar caminos sólo porque conviene a la carrera. Volver al origen, repetir cíclicamente lugares y pueblos. Y que, por un día, el paso estrecho de Saint-Béat lo ralentice una carrera ciclista y no una caravana de camiones.