El intenso jadeo de Tadej Pogačar al cruzar la línea de meta de Plateau de Beille reflejaba la dureza de una decimoquinta etapa del Tour de Francia 2024 marcada por el calor. El esloveno se derramaba con esmero el agua de un bidón sobre la cara y el casco —con sus inconfundibles mechones rubios asomando— para tratar de rebajar la temperatura corporal y recuperar el aliento en el reducido espacio entre la valla, los soigneurs del equipo, las cámaras y los periodistas. Las pulsaciones seguían por las nubes después de un esfuerzo titánico con el que ha alejado a Jonas Vingegaard a más de tres minutos en la general.
El saldo para Pogačar tras las dos etapas pirenaicas no podía ser más positivo. Y aunque todavía quedan seis días, el esloveno acaricia un doblete histórico que no se repite desde 1998. Aquel año Marco Pantani no solo conquistó el Giro y el Tour, sino que también fue el encargado de estrenar el palmarés Plateau de Beille. En el juego de los números, el esloveno ha superado ¡en más cuatro minutos! el mejor tiempo en esta cima registrado por el italiano. Lo hacía tras dejar atrás a 5 km de meta a un Vingegaard valiente y de actitud muy loable (+1’08”) que trató de noquearlo con más corazón que piernas.
Hoy era el turno del danés pasar al ataque, y hacerlo con todas sus armas en quizá la única oportunidad en su terreno ideal. El equipo asumía el control e imponía el ritmo en una etapa maratoniana, con calor asfixiante y un puerto final con rampas sostenidas del 8%. Mientras Jai Hindley, Richard Carapaz, Tobias Johannessen, Laurens de Plus y un renacido Enric Mas sobrevivían de la fuga inicial, Visma-Lease a bike cocía a fuego lento el ataque. La estocada ha llegado a 11 km, pero Pogačar no ha flaqueado. Tras el último arreón de Vingegaard, el esloveno ha olido sangre a través de la gestualidad del danés y no ha perdonado. "He aprendido mucho sobre el lenguaje corporal de Jonas en los últimos años", apuntaba Pogačar para explicar ese movimiento.
Fotografía: Charly López
Por detrás, Evenepoel a 2’51”, Landa a 3’54”, Almeida a 4’46”... Los ciclistas llegaban de uno en uno, con la mirada perdida y rostros de extenuación tratando de asimilar diferencias que parecen inverosímiles en el ciclismo moderno. Y en medio de tal superioridad, la certeza de que Pogačar y Vingegaard están destinados a marcar una época a través de una rivalidad para el recuerdo con dos personalidades opuestas, pero la misma ambición.
Los Pirineos iban a ser el laboratorio definitivo de este Tour de Francia, y así lo han sido. El desarrollo de la carrera había despejado dudas sobre el estado físico real de Jonas Vingegaard, pero las dos jornadas en la cordillera todavía debían resolver ciertos interrogantes a su candidatura para derrocar a un Tadej Pogačar pletórico. El resultado es claro: este 2024 no puede con el esloveno. “No estoy decepcionado ni me arrepiento de nada. Tadej era simplemente mejor”, explicaba con su habitual carácter comedido.