Viajar y conocer China por primera vez está siendo una aventura, todavía más si el motivo es la pasión por el ciclismo. Gracias a una invitación de la organización del Tour of Quinghai Lake, estoy pudiendo cubrir para VOLATA esta carrera del calendario UCI Pro Series. Es la segunda carrera de ciclismo professional más importante del continente asiático después del Tour of Guangxi, dentro del calendario World Tour.
Para llegar a Xining, la ciudad que acogía la salida de la carrera, me esperaban tres vuelos encadenados y algo de jetlag. En el último avión, pude coincidir con dos equipos que iban a competir: el Burgos BH y el Medellín Team. Eso me permitió tener un primer contacto con los corredores. Algunos corredores del equipo colombiano, me contaron que llevaban 48h de viaje desde que salieron de Bogotá. Si yo ya iba muerta con menos de 24h, imaginad ellos. Mi ventaja es que yo no iba a competir en dos días. Ellos sí.
Xining es una ciudad enorme de más de 2 millones de habitantes. El tráfico es trepidante, los conductores van rápido y se oye sonido de cláxon constantemente. Una de sus características es que está situada por encima de los 2.000 m sobre el nivel del mar, lo que dificulta algunas acciones cotidianas como subir escaleras para los que venimos del Mediterráneo, al menos los primeros días.
Después de un merecido descanso en la habitación del hotel, me encontré con el equipo de prensa y el resto de profesionales que íbamos a cubrir la carrera. Había mucha presencia de medios chinos, pero también un periodista australiano y un neerlandés. Me di cuenta enseguida de que la comunicación iba a ser algo compleja con los locales. La región de Quinghai no está acostumbrada a recibir turistas y pocas personas hablan inglés. Precisamente, eventos internacionales como el Tour of Quinghai Lake pretenden que la región pueda abrirse algo más al mundo. Suerte que Anne, Lisa y Charles —del equipo de prensa y relaciones públicas de la carrera— iban a ser nuestros guías y excelentes intérpretes.
El primer desayuno fue el primer choque de culturas: arroz tres delicias, carnes en salsas picantes y una especie de café. Eso bastó para sobrevivir durante la mañana en la que íbamos a asistir a la ceremonia de presentación. Fue un macro evento. Llegaron cientos de coches numerados y patrullados por policías y miembros del ejército de los que iban bajando organizadores, voluntarios, técnicos, artistas, fotógrafos, speakers… Una vez en el interior del estadio, miles de personas estábamos sentadas en las butacas ante una enorme pantalla donde se proyectaron audiovisuales con efectos especiales, hicieron danzas, bailaron, cantaron ópera y presentaron a los 20 equipos participantes. En total, 152 ciclistas de formaciones de China, Bégica, Colombia, Turquía, Italia, Mongolia y Nueva Zelanda, entre otros países.
Por la tarde, con la excusa de comprar una eSIM para los extranjeros, pudimos visitar la parte más comercial de la ciudad. Aunque no fue fácil, después de 3 horas lo conseguimos. La mala noticia es que llegamos tarde para el horario de comida del hotel, así que pedimos un delivery. Con el arroz y la ternera picante todavía en la garganta, asistimos a la reunión de Press Media de la carrera. Las explicaciones se hicieron todas en chino así salimos de la sala con la misma información que con la que entramos, pero con dos botellas de sake en mano, cortesía de los patrocinadores.
Inicio lleno de contrastes
Después de desayunar, nos subimos en un bus de 12 plazas y nos desplazamos a la zona de salida de la primera etapa con inicio y final en Xining. Esta jornada era la única de toda la carrera que transcurría en un circuito urbano. Los corredores darían 9 vueltas a un recorrido de unos 13 km, hasta completar un total de 120 km.
Los coches de los equipos fueron llegando muy ordenadamente —así lo marcaron los guardias— y pudieron ir desplegando las carpas y descargando a los atletas y bicicletas a lo largo de una avenida. El público no podía circular libremente por entre la zona de los equipos, sino que se habían instalado unas zonas delimitadas para los espectadores y a bastante distancia. Esta distribución del público hacía que los ciclistas tuvieran las sensación de estar pedaleando sin espectadores, lo que aún hacía más inmensa e infinita la recta donde estaba ubicada la meta. También se echaron en falta los aplausos ante la victoria del australiano de Alpecin – Deceuninck Jensen Plowright. Es curioso ver celebrar un triunfo en silencio. Algún ciclista alemán verbalizó su frustración en voz alta. Le parecía triste que solo aplaudieran (y poco) cuando pasaba un ciclista autóctono.
En la segunda etapa, entre Duoba y Huzhu, de 112,3 km, la carrera se adentraba ya en terreno montañoso con varias dificultades orográficas. El paisaje era exuberante y sobrecogedor. El principal puerto del día, el Beishan Yakou, un primera de 10,8km al 7% se alzaba hasta los 3.374 m de altitud. Sin embargo, ese entorno casi salvaje contrastaba de nuevo con el orden y la pulcritud en la organización de la carrera. Cada 50 m había una persona dispuesta a lo largo de la carretera: eran vigilantes que controlaban que no hubieran interrupciones ni que nadie que pudiera aparecer de por en medio del monte pudiera cruzar la carretera.
Atravesamos enormes plantaciones de avetos en zonas de la alta montaña y grandes extensiones de colza en los valles. En los pueblos, la gente salía de sus casas para colocarse a pie de calle y asistir a este evento internacional que solo ocurre una vez al año y que para ellos es una ocasión muy especial. A nivel deportivo, el perfil de media montaña ofreció una competición muy exigente, con un pelotón roto en múltiples grupos, en la que se impulso el uruguayo del Burgos BH Eric Fagúndez, que también se adjudicó el maillot de líder de la carrera.