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Vía París. Etapa 13: Muret - Rodez

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Borja Barbesà | 17 Jul 2015

Vía París. Etapa 13: Muret - Rodez

Vía París. Etapa 13: Muret - Rodez

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La carrera abandona los Pirineos y encara la primera de las llamadas etapas de transición antes de los Alpes. Pero cuidado, en el Tour no hay día irrelevante. El tramo final, con abundante sube y baja y unos últimos metros a más del 9%, hace imprevisible la resolución. ¿Escapada o victoria de un puncheur?


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Toulouse y sus alrededores, las tierras por las que circula la primera parte de la etapa de hoy, constituyen un epicentro aeronáutico de absoluta relevancia a nivel europeo. Esta fiebre por volar no viene de nuevo, ni sobre todo de la nada. En Muret, pocos kilómetros al sur de la capital de la región, nació Clément Ader (1841-1925), uno de los nombres que se tienen en cuenta cuando se habla de pioneros de la construcción de aviones. Los hermanos Wright figuran como los responsables del primer vuelo con motor de la historia pero, como es habitual en la atribución de inventos, varias personas en distintas partes del mundo estaban trabajando en ello y a menudo unos se beneficiaron de los hallazgos de sus predecesores. Adler sostuvo ya en 1890 haber alcanzado el mismo mérito que los Wright en 1903, pero no hay evidencias de que su Éole, un aparato con forma de murciélago, realmente lograse despegar del suelo ni de que fuera capaz de pilotarlo. 

Ah, el mundo de los inventores del XIX, un enjambre de historias de celos, espionaje, medias verdades, y personajes quijotescos, aislados quiméricamente su propia obsesión. Algo de este carácter también se debe tener para ser ciclista profesional y en el día de hoy recorrer la región de Midi, de suroeste a noreste, con temperaturas de 35 grados con ánimo competitivo. La segunda mitad de la etapa, a partir de cuando se deja la majestuosa Albi apenas diez kilómetros a la izquierda, incrementa el interés paisajístico y sin duda el dolor de piernas. Poco a poco la carrera se adentra en las estribaciones del Macizo Central, con sus ríos llenos de curvas encajados entre altiplanos. Más de uno sentirá la tentación de detenerse en Ambialet, en las pintorescas Gorges du Tarn, bajarse de la bici, sentarse a tomar un apéritif y dejar que el Tour continúe su camino. Pero no ocurrirá, cuando uno llega tan lejos, solo cabe la opción de seguir.


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