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Vía Turín. Etapa 4: Catanzaro - Praia a Mare

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Borja Barbesà | 09 May 2016

Vía Turín. Etapa 4: Catanzaro - Praia a Mare

Vía Turín. Etapa 4: Catanzaro - Praia a Mare

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Con la llegada a Calabria, llegan las primeras complicaciones orográficas con un par de puertos de mediana dificultad y un final ondulado apto para clasicómanos que esconde alguna que otra encerrona en forma de rampas breves pero duras y carreteras puntualmente muy estrechas.

Apuesta (poco) conservadora: Diego Ulissi
Apuesta arriesgada: Matteo Trentin

De Catanzaro parte el periplo italiano de este Giro y de Catanzaro partió a Nápoles Mimmo Rotella (1918–2006) para formarse como artista plástico. Hasta después de la Segunda Guerra Mundial no empezó a participar regularmente en exposiciones, pero con el tiempo se convertiría en uno de los exponentes más relevantes del Nuevo Realismo, algo así como una transposición europea del Pop-Art. Eso le llevó a ser referenciado a menudo como el Andy Warhol italiano, de un modo seguramente un tanto simplista. Rotella es célebre sobre todo por la práctica del décollage, técnica que consiste en cortar una imagen para volverla a pegar dejando cierto espacio entre sus pequeñas partes. Sus carteles de apariencia rasgada, con abundante iconografía cinematográfica suponen un choque entre conceptos antitéticos: por un lado, el desasosiego de su concreción formal, invocando cierta idea de destrucción, de decadencia, quizás influido por el trauma todavía reciente de una generación que vivió los rigores de una gran guerra; por el otro, la idealización, el glamur del mundo del cine, de sus iconos y estrellas de sonrisas aparentemente eternas.

Este universo, el del séptimo arte, tiene también aquí en Catanzaro una curiosidad simpática. Una de las versiones más creíbles acerca del origen del nombre de Paparazzo, el fotógrafo de celebridades de La Dolce Vita que dio nombre a sus homólogos posteriores, cuenta que Fellini lo sacó de un libro de George Gessing. En él, el escritor inglés retrata con admiración a Coriolano Paparazzo, el propietario del hotel de Catanzaro que le hospedó en 1897.

La de hoy es la única etapa del presente Giro que transita pegada a la costa durante buena parte de su longitud, algo curioso tratándose de un país con 7600 kilómetros de costa, por delante de Brasil o Chile, por ejemplo. Habrá entonces que aprovechar hoy para disfrutar del mar, desde una franja litoral estrecha, escarpada, con los Apeninos Calabreses asomados al Tirreno. Con poblaciones como Amantea, entre otras, que parecen las parientes pobres de las de la costa Amalfitana, pero tal vez les ganen en preservación de una personalidad forjada mucho antes del boom turístico. O Praia a Mare, donde está colocada la meta, con un nombre que difícilmente podría ser menos poético y más descriptivo. Aquí, tras la primera de las numerosas etapas trampa que nos esperan, muchos desearán unas horas de descanso, de bálsamo, y seguramente éste se presentará en forma de playa de arena oscura, frente a la isola di Dino. Pero, al menos por esta vez, será en forma de tentación irrealizable. El Giro ya no para hasta dentro de una semana. Muy rápido hay que dejar atrás el mar y seguir hacia el norte.