Durante cuatro décadas, el inglés Graham Watson (Londres, 1956) ha sido uno de los mejores y más activos fotógrafos de ciclismo. Su calendario era intenso: asistía a más de 160 días de competición al año y publicaba a la vez para revistas como Ciclismo a Fondo, Cycling Weekly y Ride. Eso le ha permitido tener un archivo casi infinito de imágenes que ya forman parte de la historia del deporte y han dado lugar a veinte libros. Hace un año que decidió retirarse en Nueva Zelanda, donde ha empezado una nueva etapa en su vida. "Está a veinte mil kilómetros de Europa y lejos del ciclismo, lejos del trabajo, así que es un buen sitio para quedarme", explica al otro lado del teléfono a la vez que afirma que no quiere saber nada de cámaras, sin embargo su fondo de catálogo sigue dando frutos, como el reciente volumen 40 Years Of Cycling (Graham Watson Publishing, 2018), en el que repasa toda su trayectoria. Podéis adquirirlo a través de Libros de ruta.
En www.grahamwatson.com hay un texto muy extenso donde explicas que ya tenías planificado retirarte a los sesenta años. ¿Hasta qué punto ser fotógrafo profesional de ciclismo es una profesión tan exigente?
Sí, es bastante exigente. Cuando tienes cuarenta años el reto es excitante pero cuando tienes sesenta, ya no lo es tanto. Ya no me motivaba… Planifiqué dejar mi actividad como fotógrafo hace unos diez años porque creía que los sesenta eran una buena edad. Amo mi trabajo, pero cuarenta años haciendo lo mismo es un periodo muy muy largo, para ir viajando, para sufrir estrés... Ahora tienes que ser muy competitivo porque internet lo ha cambiado todo.
¿En qué se basa esa competitividad entre profesionales?
A nivel profesional tienes que trabajar mucho más ahora que hace diez años para obtener los mismos resultados y también es complicado a nivel económico, porque el precio de las fotografías ha bajado. Tienes que trabajar diez veces más para estar al mismo nivel, y cuando vives de ello tienes que ser muy muy competitivo. Siempre va a haber un mercado, una salida para tu trabajo pero tienes que trabajar más duro y más intensamente, anticiparte a las cosas, prever los cambios,... Cuando eres joven todo esto es muy excitante, es un reto, incluso, te llega a gustar.
La explosión de imágenes actual gracias a las redes sociales y los smartphones, ¿ha mejorado o empeorado la calidad de las imágenes que circulan?
El simple hecho de que haya muchas más imágenes es algo bueno, como por ejemplo, ver muchas más fotos del Tour de Francia. En un solo días puedes ver centenares. Lo mismo pasa con la Vuelta. En mi caso, cuando era joven solo había las revistas para poder publicar, no había páginas web. Publicaba en revistas como Ciclismo a fondo, y revistas inglesas y americanas. Y en una revista es donde puedes ver la calidad, ahí se puede ver la diferencia entre un fotógrafo profesional y uno que todavía no lo es. En internet, la calidad no es la misma. Tienes que ser muy muy profesional, ser muy bueno, trabajar muy duro y ser muy aventurero para estar al máximo nivel.
Echemos la vista atrás. ¿Recuerdas tu primera cámara?
Sí, era una Pentax Spotmatic
¿Cómo la conseguiste?
Me la compró mi madre en 1977
Ah, ¿entonces ya tenías interés por la fotografía?
Dejé la escuela en 1973, cuando tenía 16 años y me puse a trabajar en un estudio fotográfico profesional en Londres como retratista. Lo hice durante cinco años aunque después de ese tiempo, perdí el interés. Pero me seguía gustando la fotografía. Entonces descubrí el Tour de Francia en 1977 y me di cuenta que aquello era lo que quería hacer. Aquella cámara que me compró mi madre fue una gran inversión.
Cuando empezaste en el ciclismo los corredores debían ser bastante más accesibles…
Sí, lo eran.
… y ahora los ciclistas están muy protegidos por los equipos, esperan a salir del bus hasta el último momento,... ¿Eso reduce las opciones de fotografiarlos?
Como decimos en inglés, it is what it is. Así que si te gusta el ciclismo y es tu profesión, tienes que adaptarte a los cambios. No es nada agradable ver a los ciclistas escondiéndose en los coches o los autobuses… Durante muchos años tuvimos acceso directo a los corredores. En la Vuelta a España o en el Tour de Francia podías hablar con quién quisieras; podías hablar con Perico Delgado simplemente porque lo tenías ahí. Ahora es diferente pero sigue siendo atractivo.
En las fotos antiguas de ciclismo, los corredores parecían tener una relación muy naif con la fotografía. Ahora todos los ciclistas tienen cuenta de Instagram, se hacen selfies,...
Es cierto, la fotografía forma parte de sus vidas. De hecho, forma parte de la vida diaria de todos nosotros. Constantemente estamos expuestos a cualquier cámara y la gente es mucho más consciente de lo que puede hacer una imagen. Los deportistas profesionales conocen lo que significa una cámara y saben lo que puede hacer para potenciar su propia imagen. Son los primeros que se sacan fotos a ellos mismos. El 90% de los corredores se muestra siempre dispuesto a que le saquen fotos, solo cuando hay una caída no están nada contentos, pero es parte del deporte.
Una caída muy desgraciada fue la de Fabio Casartelli en Tour de Francia del 1995. Se pudo ver en directo como agonizaba en el suelo.
Cuando Casartelli murió, yo estaba al principio del pelotón porque había una escapada, creo recordar; así que no tuve que enfrentarme al problema. Pero cuando Wouter Weyland murió en el Giro de Italia de 2011, aquella vez sí que estaba allí. Hice fotos de él tirado en el suelo con otros veinte ciclistas más. Cuando me enteré de que había muerto, cogí la cámara y borré las fotos; quizá borré como diez fotos. Se fueron de mi vida, de mi archivo y ya nadie podría verlas ni nunca se podrían publicar.
*Podéis leer la entrevista completa en el número 12 de la revista VOLATA