Así decía uno de los versos de la canción popular que fue adoptada por la banda Eskorbuto. Este próximo domingo 2 de septiembre, se verá de nuevo versionada por un grupo de ciclistas, valientes, que entonarán sus versos a orillas del río Nervión, delante del Museo Guggenheim cuando se inicie la primera edición de la Transibérica Bike Race. Esta carrera de autosuficiencia, de unos 3.500 kilómetros sin ruta fija establecida, excepto los cuatro puntos de control, tendrá principio y final en Bilbao y su misión es dar la vuelta a la península ibérica.
Como es habitual en este tipo de competiciones, cada participante tiene la libertad de escoger cuál es el recorrido que mejor se adapta a sus condiciones exceptuando estos checkpoints, que se han marcado en el Port de Cabús (CP#1), en Andorra, el Pico Veleta (CP#2), en Sierra Nevada, el alto Da Torre (CP#3), en Portugal, y el cabo de Finisterre (CP#4), en Galicia. Allí deberán sellar sus tarjetas de carrera al más puro estilo brevet. Las condiciones establecidas para participar son sencillas: autosuficiencia y sin ninguna ayuda externa. Una vez se da la salida, el cronometro no se para hasta que los participantes crucen la línea de meta o decidan abandonar.
Cada uno de los ciclistas registrados estará trackeado en todo momento a través de un dispositivo GPS y se podrá seguir como progresa en tiempo real durante las 24 horas del día a través de la página web de la carrera. Sin embargo, el límite para para completar el recorrido es el martes 18 de Septiembre a las diez de la noche. Una vez superado ese momento, todo participante puede seguir adelante y terminar el reto sin esperar ningún tipo de soporte o contacto por parte de la organización o alguno de sus voluntarios.
Los ideólogos de este proyecto son el randonneur segoviano David Rodríguez y el ciclista vasco Carlos Mazón, que, además de viajar por el mundo en bicicleta y contar sus experiencias en el portal Biziosona, ha participado en eventos como la Trans Am Bike Race (Estados Unidos) o la Transcontinental Race (Europa), que han sido clave para el diseño de esta prueba. Del mismo modo, la Transibérica bebe de la influencia y el legado de dos ciclistas vinculados a estas pruebas como son el norteamericano Nathan Jones y el galés Mike Hall. Ambos, han sido figuras determinantes en el desarrollo de las denominadas pruebas de ultra distancia sin asistencia, que en los últimos años han experimentando un crecimiento exponencial.
Carlos Mazón en 2015 durante el transcurso de la Trans Am
Mazón cuenta que, después participar en la Trans Am y la Transcontintental, pensó que la península ibérica podía ser un lugar perfecto para albergar pruebas de larga distancia. "Somos muy afortunados de tener un montón de climas diferentes, grandes montañas, costas… Nada que envidiar a Estados Unidos, salvo, quizá, la inmensidad de aquellas distancias y las praderas interminables, que nada tienen que ver con Castilla —reflexiona—. Se me ocurrió, que había que explotar la riqueza de nuestro entorno, animar a los extranjeros a disfrutar de nuestras carreteras, pese al problema que sufrimos con todo el tema de los atropellos".
En su primera edición la Transibérica contará con ocho participantes, cuatro de ellos internacionales provenientes de Finlandia, Alemania, Suráfrica e Italia. Un participación remarcable si tenemos en cuenta la dificultad de promoción popular que tienen estas pruebas. "Si no es por David Rodríguez que me animó a lanzar la web y convertir mi idea en un reto colectivo, esto no habría sido posible. Aún así, darle difusión y tener algo de repercusión es complicado, más aún más allá del mundillo", asegura Mazón.
Port de Cabús, en Andorra
El legado de Mike Hall
Tras su muerte en plena competición en 2017, su influencia del galés Mike Hall se ha expandido como una espora por todo el mundo y las opciones que existen actualmente de pedalear por cada continente día y noche a ritmo de competición son espectaculares. Si algo tienen en común la mayoría de estos nuevos eventos, sean competitivos o no, es que sus organizadores han participado en la Trans Am y en la Transcontinental Race y conocen de primera mano lo que significa y las condiciones necesarias para sean un éxito. Gracias a estas dos pruebas — y al legado de Jones y Hall— tenemos a nuestra disposición carreras tan dispares como la Indian Pacific Wheel, que consiste en cruzar Australia de oeste a este, la Japanese Odyssey, que atraviesa la isla de Japón, la TransAtlantic Way, que permite disfrutar de la costa de Irlanda, la Inca Divide, que transcurre en los Andes, y la North Cape 4000, que convida a cruza Europa de sur a norte. Són cinco ejemplos, entre otros muchos eventos, centrados en la bici de carretera.
Si abrimos el espectro y añadimos a la mountain bike y al gravel podríamos muchas más carreras: la Tour Divide, con inicio en Canada y meta en la frontera de EE.UU. con Mexico siguiendo la cordillera de las Montañas Rocosas; la French Divide, que une el límite de Francia desde Bélgica con el País Vasco francés; la Torino-Nice, que recupera antiguos pasos de montaña militares por los Alpes; la Cat700, que transcurre de punta a punta de Catalunya, y, la de más reciente creación, la Silk Road Mountain Race, ubicada en Kirguistán y que ha dejado estampas fotográficas con el equilibrio perfecto entre belleza de paisaje y sufrimiento humano.
Nueve eventos que son, por decirlo de alguna manera, la punta de un iceberg que lejos de derretirse o deshincharse, se expande año tras año.
Pico Veleta, cerca de Sierra Nevada