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La magia de la Strade Bianche

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Tomás Montes | 28 Mar 2017

La magia de la Strade Bianche

La magia de la Strade Bianche

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A principios de mes asistimos de la mano de SPORTFUL a la Strade Bianche, la ya respetada a pesar de su corta historia clásica de los tramos de tierra, en el marco de presentación de su nueva línea Giara. Gracias a ello, pudimos disfrutar desde dentro tanto de la edición ciclocturismo como presenciar las pruebas profesionales.

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Ya sabemos que salir en bici conlleva madrugones, ya sea para evitar el calor de mediodía o para llegar a nuevos lugares menos explorados, como cuando el despertador sonó a las 5 de la mañana aquel fin de semana. El palizón tenía por objetivo tomar un avión y el destino estaba esta vez un poco más lejos de lo habitual: Siena, en la Toscana italiana. Era el fin de semana de la Strade Bianche, a la que asistiríamos de la mano de la marca italiana Sportful, unos de los patrocinadores de la carrera, que presentaba su nueva línea Giara.

Curiosamente la rutina fue la misma que si hubiera subido a rodar a Girona o a cualquier otro lugar desde Barcelona. Se trató de llegar, descargar, vestirse de ciclista, coger la bici y darle a los pedales. En menos de una hora estaba en tierras italianas siguiendo rueda de un grupetto de unas veinte personas —la mayoría miembros de la prensa europea— con los que pasaría el fin de semana y descubriría algunas de las carreteras y caminos que forman parte de la Strade Bianche y de marchas deportivas como L'Eroica. Lo cierto es que tardé un buen rato en calmar la emoción de estar descubriendo ¡ese paraíso ciclista!

En nuestra primera salida el objetivo era conocer el terreno y estirar las piernas. Se había planeado un recorrido de unos treinta kilómetros pero, casi sin querer, terminamos haciendo unos cuantos más. No fue hasta haber pasado nuestro primer tramo de sterrato que nos percatamos que habíamos perdido a nuestro guía. Como siempre, suelo rodar a cola de pelotón charlando con la gente —ya es vicio— y no me di cuenta de que los tres ciclistas a los que seguíamos y que marcaban un ritmo amigable en el fondo no tenían tan claro hacia donde teníamos que ir. Esos tres ciclistas eran Fabian Cancellara, Paolo Bettini e Ivan Basso. El suizo no dejó de contar batallitas sobre su experiencia en los sterratos y, con la cháchara, nos desviamos y nos perdimos. Genial, a ver quién se atrevía a decirle a Fabian que se había equivocado por las pistas de tierra que ha dominado durante tres ediciones.

Sin embargo, qué más da si era la ruta marcada o no; lo mejor de todo fue que estábamos alargando la salida y que eso supondría disfrutar de una espectacular puesta de sol entre cipreses, viñedos, y pendientes imposibles por los caminos rurales del Chianti. Y así fue. Se trataba de aprovechar al máximo las condiciones meteorológicas favorables que tuvo nuestro pequeño pelotón ya que la previsión no era muy halagüeña para los dos próximos días, como se acabó confirmando.

El sábado 4 de marzo amaneció fresco y bajo la lluvia. La bonita luz de la Toscana estaba apagada por el cielo gris y encapotado pero no creo que esa fuese la preocupación de ninguno de los profesionales que salían a competir por el trono en una de las pruebas con menos historia pero que más hondo ha calado dentro del calendario profesional. A la Strade Bianche se la considera ya como una neoclásica indiscutible.

Desde la Fortezza Medicea de Siena se dio la salida a la primera de las pruebas, la de la categoría UCI Women’s World Tour. A ellas les tocó madrugar un poco más y eso quedó patente en algunas caras, como la de la británica Lizzie Deignan (Boels Dolmans), que parecía no haber tomado suficiente café antes de salir a correr. Al día siguiente, en la prueba amateur Gran Fondo Strade Bianche, muchos tendríamos esa misma cara. La diferencia es que ella acabaría subiendo al tercer lugar del podio y el resto, con un catarro. Elisa Longo (Wiggle High5) y Katarzyna Niewiadoma (WM3) consiguieron terminar en primer y segundo lugar.

 A los chicos no los veríamos salir pero los esperaríamos en un par de puntos a lo largo del recorrido para verlos pasar. Tampoco es que llevasen mejor cara. Diría más: parecía que fueran envejeciendo a lo largo de los kilómetros. El rompepiernas del sterrato, la lluvia y el viento marcaban esas caras de sufrimiento que se acompañaban de unos jadeos que no pueden apreciarse cuando ves la prueba desde el sofá de casa. Además, en esta carrera los ciclistas no pueden esconderse tras la rueda del equipo, cosa que convierten a la Strade Bianche en una competición aun más grande. Michal Kwiatkowski (Sky) fue el que se llevó el gato al agua por delante de Greg Van Avermaet (BMC) y Tim Wellens (Lotto Soudal).

 El chirrío de las cadenas a causar del barro, las respiraciones agónicas, sentir ese mismo viento, el frío y la humedad, y ver como un resbalón desequilibra a un corredor y cae, me traslada directamente al día siguiente, domingo, porqué, exceptuando el ritmo, eso precisamente es lo que vivimos los cuatro mil inscritos en la Gran Fondo Strade Bianche, la marcha de 125 km que pondría punto y final a ese completo fin de semana en la Toscana. Junto a los aficionados, participaron algunos nombres ilustres como el trio Cancellara, Bettini y Basso, Johan Museeuw, Francesco Moser y Alessandro Ballan. Optamos por hacer el recorrido corto de 75 km

A pesar de que por momentos parecía que el sol se quería imponer, el mal tiempo había calado en nuestros cuerpos húmedos y embarrados. Mi único alivio fue pensar que no tendría que lavar la bicicleta, ya que unos de los patrocinadores nos proporcionó una; y mi inquietud fue que la ropa no tendría tiempo de secarse y ese peso extra podría acarrearme problemas en el vuelo de vuelta en forma de sobrepeso.

 

 

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